Esas maravillosas antiguallas que hemos podido escuchar en el concierto de apertura del 2020, tienen entre cuatro (Bach, Lotti, Pergolesi) y cinco siglos (Palestrina). Y nos siguen asombrando por la belleza, la calidad sonora y la maestría compositiva. El concierto se planteó de un modo original, utilizando un pequeño grupo vocal a capela en el comienzo de cada una de las partes, situándolo, semioculto, a la derecha (los motetes de Lotti) y a la izquierda (los motetes de Palestrina) de la sala. En conjunto fue un concierto extraordinario, soberbio. Para empezar, la orquesta. En la primera parte ( Salmo 51, de Bach/Pergolesi), reducida a un grupo de arcos con órgano; y, en la segunda ( Magnificat, de Bach) con maderas, metales y timbal, además de la cuerda. En ambos casos extraordinaria, lógicamente por su mayor riqueza instrumental, más brillante en el Magnificat, que es una obra impactante. En segundo lugar, el Coro de la OSG estuvo espléndido en las dos partituras que son de alta dificultad. Una de sus grandes actuaciones, sin duda. Company ha hecho un gran trabajo. Los solistas, de notable calidad vocal todos ellos, si bien sólo se pudo apreciar la belleza de la voz de la mezzosoprano, Kielland, cuando se le oía, cosa que no sucedió siempre. Mejor „y más audible„ la soprano, Martínez. Muy bien el tenor canario, Sanabria, de carácter lírico-ligero, y más que notable el barítono López. Carlos Mena es un caso aparte porque, además de sus abundantes intervenciones como contralto, dirigió maravillosamente coro y orquesta en dos obras de alto compromiso, en especial, el Magnificat. El público se manifestó con exclamaciones de entusiasmo y grandes aplausos, que obligaron a saludar repetidas veces a todos los intérpretes.