El ambiente taurino que rodeaba la facultad en la que estudiaba inspiró a David Fidalgo a crear Homomaquia, un cortometraje a carboncillo y papel en el que los hombres son tratados como toros. El filme, que presentará este viernes 17 de enero en el Colón (20.30 horas) junto a la productora Chelo Loureiro y el músico Nani García, opta este año a los premios Goya en la categoría de mejor cortometraje de animación, que se resolverá el 25 de enero.

Hace un año se veía recogiendo un Goya, ¿lo mantiene?

Dije que me veía en los Goya, y lo dije de broma (risas). Ganando no se sabe. Tampoco pienso mucho en ello, porque después, si no ganas, va a ser más bajón, y creo que puede pasar cualquier cosa.

La animación gallega ya ha triunfado en la gala con obras como las de Alberto Vázquez

Sí. Al final el que hay aquí es un círculo pequeño, pero siempre se va llegando. Y eso que hay muy poca gente que esté haciendo animación, porque cuesta mucho. Igual estás dos años dedicado tranquilamente a un cortometraje.

Usted trabaja en analógico. ¿No es un riesgo coger papel y lápiz en plena era digital?

(Piensa) Está claro que, hoy en día, para entrar por los ojos es muchísimo más sencillo lo digital. Si los dibujos no están perfectamente terminados, a la gente le cuesta más aceptarlos. Pero lo que te permiten los cortometrajes precisamente es experimentar con otras formas estéticas. En una película cuesta mucho más, porque a nivel comercial en España es algo que está bastante de capa caída.

Su técnica es clásica, pero el tema muy actual. Homomaquia

Sí, es manchar una palabra. Homomaquia nace en Pontevedra, cuando estaba estudiando Bellas Artes. La plaza de toros está a dos minutos de la facultad, e iba viendo que les daban premios a los toreros. Pero a cuantas más exposiciones vas, más te queda claro que eso que la gente llama arte no tiene fundamento. Sobre todo, cuando consiste en divertirte torturando a un animal.

Da la sensación de que cada vez somos más verdes, pero la tauromaquia no ha generado el debate que se esperaría...

Sí. Es como una especie de montaña rusa: se olvida y, de repente vuelve. A nivel político no se trata porque lo tienen como un tema tabú. Es algo que está tan arraigado en nuestra sociedad que quitarlo es complejo. Pero el del toro es un mundo bastante misógino, que genera violencia porque vive de ella. Por eso mi corto habla también de homofobia y feminismo.

¿Sigue vigente la antigua idea de masculinidad?

Sí. Y creo que tener las plazas de toros como lugar de culto hace que la gente vea aprobado su comportamiento. Lo que yo hago es una forma de educación...

Con gran influencia de las redes sociales. ¿El meme ya es un arte?

Para mí sí (risas). Es una manera de comunicación rápida e ingeniosa, que juega con la imagen y la palabra... Lo tiene todo. Es muy interesante la viralidad que posee. Me parece la gran aportación social de este siglo.

¿Cómo casa con ese concepto del arte como algo solemne?

Yo siempre pensé que el arte tenía que ser pomposo, elevado. Pero al final me di cuenta de que tenía que trabajar el sentido del humor. Creo que hay que ser uno mismo. Además, cada vez veo más artistas que trabajan de una manera mucho más cercana al meme.