La vuelta al origen y a la artesanía más genuina fue lo que llevó al equipo de Manolo Cremallera a quemar sus naves y prescindir de los espacios físico en el que antaño vendían sus chaquetas, bolsos y delantales de piel diferentes y a medida. La pretensión de cambio vino dada por mantener ese carácter artesano que caracteriza el proceso de elaboración de cada una de sus prendas y complementos, por lo que la firma decidió ir echando el cierre a los locales en otros tiempos destinados a su venta.

Los productos marcados con el sello de Manolo Cremallera son fácilmente reconocibles: piel auténtica y motivos únicos en cada una de las piezas que salen del taller que la firma posee como sede en la calle Torreiro, que utilizan únicamente como espacio de trabajo, por lo que la venta queda relegada al terreno de internet. "Es parte del proceso del trabajo artesano tener un espacio en el que el taller, y no la tienda, sea lo principal. Nos cambiamos por comodidad, para poder desarrollar el proyecto", explica una de las trabajadoras del estudio, Marieta González.

El cambio de plataforma y la retirada del producto del ámbito visual de la calle no supuso una pérdida en materia de clientes para la firma, que apuesta sus cartas a la originalidad del producto que trabaja. "Cuando el cliente conoce lo que vendes, le da igual que estés a pie de calle o en un primer piso. Nuestra clientela es muy concreta", señala Marieta González.

Las redes sociales y el boca a boca son su nueva plataforma de venta, que han sabido aprovechar para que el goteo de clientes que acude, casi siempre con suerte, buscando algo original, no haya dejado de ser continuo a lo largo de los años. "Lo importante es ir haciéndote un hueco y que tu marca se consolide, los proyectos están vivos y el mundo da vueltas, hay que adaptarse a las nuevas tecnologías. No puedes mirar hacia otro lado", recalca Marieta.