Las calles de su barrio en Córdoba y el espíritu que alimentaba, allá en la infancia, su sueño de dedicarse a la canción, inspiran el nuevo disco de India Martínez, Palmeras. La artista se retrotrae a la mirada clara de los inicios para quitarse máscaras y maquillajes, y volcarse más directa que nunca en sus canciones. Entre los cortes del álbum, que presentará el próximo sábado en el Palacio de la Ópera (20.30 horas), aparece una India que pisa fuerte, que se pone "gitana", y que clama contra todo aquello que no la merece. La electrónica, el hindi y su eterno flamenco se abrazan como telón de fondo del disco, con el que continúa la intimidad de Te cuento un secreto.

En su anterior álbum nos contaba secretos, ¿su infancia era otro a desvelar?

Sí. Palmeras es un disco con el que regreso a los orígenes, a recordar quién soy y de qué estoy hecha, y eso se plasma en las canciones y en cómo respira el concierto. Aunque es un viaje, y paso por todos mis éxitos, es también un recuerdo y una regresión.

¿Qué parámetros le dio el barrio de Palmeras como cantante?

Yo empecé a cantar en público a los 11 años, que fue cuando me fui de Córdoba. Pero con cuatro o cinco ya bailaba flamenco, y a los siete u ocho les pedía instrumentos a mis padres porque quería dedicarme a la música. Entonces ya cantaba en casa. Sobre todo, diría que me ha dado eso. Descubrir que realmente mi pasión era la música.

Y sin embargo canta: "Cómo me arrepiento de salir del barrio persiguiendo un sueño" ...

(Risas) No me arrepiento. Lo que sí hago es recordar que, cada vez que estoy triste o me siento un poco perdida „porque este camino es muy largo„ vuelvo a mi barrio. Es lo que te hace recuperar las ganas y la ilusión por las cosas...

¿Había perdido el contacto con aquella niña de Córdoba?

Es que a veces se te olvida, o no tienes ni siquiera tiempo de recordar o de pasar por allí...

Sus padres le decían que no desvelara de dónde era. ¿Enfrentó prejuicios?

Sí. Tampoco es que me lo dijeran literalmente, aunque alguna vez sí me han comentado: "No lo digas, que te miran mal". Pero creo que no es una cosa que me dijeran mis padres, sino una realidad de todo el mundo que siente que diciendo de dónde viene tiene menos oportunidades. Cuando naces en un barrio muy humilde e incluso un poco conflictivo, es como una regla. Pero yo quiero romper esos miedos a decir de dónde es uno.

Esa irrelevancia que le da al origen, ¿tiene que ver con su afición a las músicas del mundo, a que quepan en usted todos los estilos?

Claro. Y, en este caso, el flamenco, la rumba...

Cuando canta en hindi...

Claro, y los corros en la calle, esa frescura e inocencia que tienen los cantos populares. Por eso empieza y acaba el disco así. En el concierto hacemos igual, y la gente al final es como si se viniera con nosotros cantando esas canciones.

En las de Palmeras

Sí, pero en una o dos canciones que precisamente he compuesto en Miami. ¿Y quién no utiliza la electrónica? ¡Yo la he usado desde mis primeros discos! Estuve experimentando con el flamenco hace mucho tiempo, pero no me gusta encerrarme. Si en algún momento quieren comparar, que comparen, pero a mí me encanta que no sepan cómo encasillarme, porque lo que quiero es hacer música y sentirme libre.

Ese reclamo se ve en el disco. Se la nota empoderada.

Algunas canciones son reivindicativas. Otras son reflexivas, o historias que me han pasado en el camino...

Avisa de que a veces le sale de dentro "la gitana"...

Sale con el arte, y después, si hablamos de esa manera reivindicativa, sale con las injusticias. Yo creo que uno tira de sus principios y de su fuerza cuando siente que algo no es justo, y quiero que la gente lo utilice también de esa manera.

Le ocurre en las redes sociales, como cuenta en Valiente cobarde

No, la verdad es que tengo mucha suerte, porque me siento muy querida. Pero alguna vez hay temas muy mediáticos y nos olvidamos de que detrás de esos perfiles de rostros conocidos hay personas que también sienten y padecen. Creo que debe haber libre expresión, pero sin hacer daño a las personas. Es muy importante tener cuidado con las palabras, porque se pueden herir los sentimientos.

Cuando eso sucede, ¿puede un tema arreglarle el día?

Puede arreglártelo o estropeártelo aún más (ríe). Hay canciones como A mí no me hables, que realmente te arregla porque te hace sentir un poco más cerca de los seres que has perdido. Pero, como un día te pille triste y mal, te hace todavía ahondar más en la añoranza. A mí me pasa incluso cantándola. A veces estoy un poco más entera, y otras acabo llorando. Pero me gusta contar las cosas.

Esta vez ha contado el pasado, ¿qué ve hacia delante?

Lo que me apetece es seguir llevando al escenario todo lo que he trabajado este tiempo en el estudio, y seguir disfrutando de la música como una niña, como está pasando en estos conciertos. Es como si me volviera a subir por primera vez al escenario. Es muy bonito seguir conservando el mismo hambre de cantarle al mundo.