En menos de 18 metros cuadrados se distribuyen la habitación, el baño y la cocina. Apenas hay sitio para moverse, la humedad empapa las paredes y la ventilación se limita a un pequeño agujero de nueve centímetros de diámetro. Así son algunos de los galpones de A Zapateiragalpones A Zapateira, que se alquilan por entre 200 y 320 euros mensuales. Alojamientos precarios que nacieron en los años 70 como respuesta a la falta de una residencia universitaria. Lejos quedaron ya aquellos estudiantes. Ahora estas infraviviendas están ocupadas por personas en paro o con sueldos bajos con los que no pueden acceder a una alternativa. "Aquí ya no hay estudiantes sino gente que no se puede permitir otra cosa", explica la arquitecta Cristina Botana, que ha realizado un estudio sobre asentamientos precarios en la ciudad con la financiación de la Diputación.

Los primeros en llegar a estos habitáculos fueron jóvenes estudiantes que, por falta de ingresos y proximidad al campus, preferían quedarse en la zona de A Zapateira que mudarse al centro de la ciudad. Muchos, al acabar sus estudios, dejaron los galpones galpones para buscar suerte en otro lado, pero otros no tuvieron esa oportunidad y se quedaron entre esas cuatro paredes.

No fue hasta 2008 cuando salió a la luz la realidad de este barrio. El presidente de la asociación vecinal de A Zapateira, José Manuel Sánchez Albornoz, asegura que ahora "todos saben" lo que está pasando, aunque "no se haga nada", y que ya apenas quedan estudiantes en la zona. "Hay, sobre todo, trabajadores con bajo salario o del mercado negro que no pueden pagarse una habitación en un piso compartido o uno en el centro de la ciudad y se vienen aquí", analiza y añade que los anuncios para su alquiler no se esconden: "Están en portales de internet o en las paradas de autobús".

Una de las razones por las que estas infraviviendas han aumentado y llegado a otros puntos de la ciudad, como el núcleo de Feáns, es el precio del alquiler, cada vez más alto. "Los precios en el centro de la ciudad son muy elevados", expone Botana. Muchos de los que optan por vivir en A Zapateira no se pueden permitir un alquiler en otra zona de A Coruña, por lo que deben compartir espacio con otras personas en la misma situación y cerca de los propietarios que han levantado estos galpones. "Es una vergüenza que haya gente que se aproveche de la situación para alquilar eso", opina Sánchez Albornoz, al que le gustaría que esta práctica desapareciese.

Según Cristina Botana, la solución sería fomentar "los alquileres sociales", pero entiende que no es una cuestión sencilla porque, para ello, el Concello "debería disponer de muchos inmuebles vacíos". La arquitecta entiende que nadie debería vivir en estos galpones, pero también exige una "alternativa" para que estas personas no acaben en la calle.

Algunos galpones se han convertido también en lugar de paso, donde los inquilinos no se quedan más de seis meses y sus contratos para dormir en estas chabolas se reducen a una conversación con los caseros, que habitualmente reciben el dinero en mano para no dejar rastro. Un negocio que sigue vivo.