Manuel Gallego Jorreto ha sido distinguido con el Premio Nacional de Arquitectura en su edición de 2018. La decisión fue comunicada al arquitecto por el Ministerio de Fomento, en febrero del año pasado, y este viernes se le hará entrega del galardón en un acto formal. Este prestigioso reconocimiento, con ochenta años de tradición, tiene como finalidad "rendir testimonio de admiración a una persona física o entidad con personalidad jurídica que, con su trabajo o con el conjunto de su obra, contribuya o haya contribuido de forma extraordinaria al enriquecimiento de los aspectos sociales, tecnológicos y sostenibles de la Arquitectura o el Urbanismo español dentro y fuera de nuestras fronteras". El enunciado del premio parece hecho a la medida de Manolo Gallego. Este importante "testimonio de admiración" lo recibe un arquitecto, un compañero muy apreciado. Al que queremos mucho. Y lo obtiene por segunda vez. En 1997 ya fue distinguido con el mismo premio por el edificio del Museo de Belas Artes de A Coruña. Ahora se le concede por el conjunto de su obra. La célebre frase de Blaise Pascal "El amor tiene razones que la razón no entiende" cambia drásticamente su sentido si la cortamos por la mitad y la convertimos en la afirmación: "el amor tiene razones". Así enunciada nos sirve para que los lectores de este periódico alejados de la cultura arquitectónica „a los otros no hace falta explicarles nada sobre los méritos de Manolo Gallego„ puedan entender por qué lo queremos, lo apreciamos y lo admiramos tanto. Porque es el autor de edificios memorables, como el Museo de Belas Artes en A Coruña, el Museo das Peregrinacións en Santiago, la Casa da Cultura de Chantada, la Lonja de Lira, o el Complejo Presidencial de Monte Pío en Santiago. Si aún no han visitado alguno de ellos, aprovechen la primera oportunidad que tengan para hacerlo. Porque es un maestro, no sólo por su larga trayectoria académica enseñando urbanística en la Escuela de Arquitectura, sino porque representa un valioso eslabón en la evolución y desarrollo de la modernidad. Inició su carrera trabajando con otro gran arquitecto gallego, Alejandro de la Sota, en su estudio de Madrid. Desarrolló su propia personalidad creativa y formó en las aulas, en su estudio y con su ejemplo, a numerosos arquitectos gallegos que construyen obras de notable interés. Porque ha dedicado todo su trabajo a Galicia. Manuel Gallego no ha construido nada fuera de nuestro país. Un arquitecto de su reputación ha tenido, y tiene, oportunidades para diseñar edificios en el resto del estado y en cualquier lugar que le pudiera interesar. Nunca lo ha hecho. Sólo le ha preocupado hacer la mejor obra posible y por eso necesita controlarla con su presencia y conocer perfectamente sus claves históricas, contextuales, sociales y técnicas. Él ha entendido que eso sólo lo podía hacer en y para Galicia. Porque su ejemplo tiene un valor impagable para los arquitectos gallegos y para los demás, por su ética de trabajo, por su compromiso con la arquitectura y con la sociedad, por su modestia gallega, a la vez sincera y orgullosa y por su generosidad para colaborar al bien común.Porque ha sabido decir que no. Un buen arquitecto no es un mercenario dispuesto a proyectar lo que le pidan. Celebramos y valoramos lo que ha hecho Manuel Gallego, pero también se debería premiar todo lo que se ha negado a hacer. Por todas estas razones, claras y objetivas, queremos a Manuel Gallego y nos alegramos tanto de un premio tan merecido y del que nos enorgullecemos todos los gallegos.