La periodista e historiadora Natalia Monje presenta este jueves a las 19.00 horas en la FNAC su libro Mala cosecha. Archivos aterradores de la historia de España, sobre los terrores colectivos del pasado.

En su libro habla de gente con deformidades que era considerada como monstruosa, y era objeto de miedo pero también de fascinación, en museos o como fenómenos de feria.

Esto proviene en la Edad Media, una época de gran terror al diablo, y, se desarrolló en los siglos XVI y XVII, cuando la mentalidad mágica estaba muy presente. También fue muy alentado por los Austrias, grandes coleccionistas de personajes deformes. No se buscaba una explicación científica, sino a través de causas que nos generan hilaridad: la gloria de Dios, la cólera de Dios. Se creía que las impresiones de las embarazadas afectaban al feto: mujeres que observaban con deleite un cuadro de la caza del oso y el niño salía como un monstruo peludo.

¿Se los veía como malignos?

Ese desconocimiento, la mentalidad mágica, la creencia de que el mundo que no se había explorado estaba poblado por seres mitológicos, como sirenas o cíclopes, condicionó la visión del monstruo como expresión del caos, que tenía que traer el mal. Hacia el siglo XVIII la ciencia empieza a intentar buscar otro tipo de explicaciones, pero el estigma se mantuvo. Las personas deformes que andaban de feria en feria siendo explotadas se mantuvo hasta el XIX. Es una lucha de las personas con discapacidad romper con la imagen de fenómeno de feria.

También había temor a vampiros, sacaúntos, que utilizaban los cuerpos para fines nefandos. ¿Cuál es su origen?

La realidad. Se hacían medicinas con partes del cuerpo humano, con el cráneo, con la grasa, con la sangre. Un inventario de la Real Botica incluye dos onzas de grasa humana para fabricar remedios, extraídos de un alemán muerto en una reyerta. Eran medicamentos muy caros, para ricos. La gente del vulgo se preguntaba si sus hijos estaban siendo secuestrados para que los ricos intentasen curar su tuberculosis con sangre de niño, o sus reumas con grasa de doncella.

¿Esto sucedía?

Esto pasaba y hay un montón de casos documentados. ¿Qué pasaba en todas las boticas de España en las que sabemos que había grasa humana? Probablemente había mucha picaresca y se empleaba grasa animal, pero la gente pensaba que se cometían asesinatos. En Galicia hay algunos casos documentados de personas que asesinaron a niños para extraerles la sangre y emplearlas como remedio contra la tuberculosis en pleno siglo XX. Hay otro caso en el que cogieron a un niño, lo metieron en un saco y lo asesinaron para sacarle la sangre. El hombre del saco, que nos parece un mito de infancia, existió.

También habla de las ejecuciones, un espectáculo público.

Hasta bien entrado el XIX se producían en España ejecuciones públicas y la gente iba a verlo, se montaban puestos de comida y bebida. No lo achaco tanto a la gente, como al sistema judicial, que hacía ejecuciones públicas ya con las Partidas de Alfonso X. El cuerpo del ejecutado se descuartizaba y la cabeza, las manos se colocaban en el camino real para que se situasen allí hasta que se corrompiese. La gente se acostumbró a que el espectáculo de la ejecución fuese una vez de catarsis colectiva.

En su libro no trata personajes famosos.

La historia de los grandes personajes que causaban terror, como el duque de Alba, ya estaba escrita. También quería contar cosas nuevas y enlazar con las corrientes que explican la historia a través de la gente corriente.

¿Cuál es el papel del monstruo en la mente colectiva?

En el Antiguo Régimen, se pensaba que las personas deformes traían la señal de un catástrofe. Hay mecanismos de miedos colectivos que siguen funcionando hoy en día, como el miedo al diferente. En las crisis se tiende a buscar responsables. Pasa ahora con bulos, fake news, contra los menores no acompañados, las personas migrantes, estigmatizándolas o responsabilizándolas de problemas sociales. Es muy habitual que grupos que quieren conseguir poder manipulen a través de generar miedo.