La Real Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid ha premiado al grupo de investigación Diagnóstico Conductual y Molecular Aplicado a la Salud (Dicomosa) por un trabajo sobre el sistema inmunitario en personas mayores hecho en colaboración con el Grupo de Investigación en Gerontología (GIG), ambos de la Universidade da Coruña. Una de sus miembros, Vanessa Valdiglesias, asegura que se puede "retrasar o revertir" la fragilidad en los pacientes y desvela que se trata de un estudio que aún tiene mucho recorrido, y por el que también recibió el premio europeo Emergent Scholar 2019.

¿En qué consiste el síndrome de fragilidad?

Es una pérdida de energía y de estado cognitivo, una debilidad, un declive en general. Lo que hace que la persona sea más propensa a desarrollar ciertos efectos adversos, como que se hospitalice más o tenga un mayor índice de mortalidad o una mayor probabilidad de caídas, mayor deterioro cognitivo... Estos síntomas asociados a la vejez son más acusados en la gente frágil.

¿El objetivo es identificar a esas personas más frágiles?

Claro, no solo por el hecho de que son frágiles sino porque es un síndrome que se puede retrasar e incluso revertir.

¿Qué métodos se utilizan actualmente para detectar esa fragilidad?

Todos los criterios se basan en aspectos físicos, es decir, que una persona detecta a una persona mayor frágil cuando ya aparenta serlo. Cuando ya es dependiente, está hospitalizada o tiene un deterioro cognitivo enorme. Nos interesa cogerlo en un estado anterior, porque aumentaría la calidad de vida del paciente.

¿Y cómo se puede hacer?

Intentamos identificar biomarcadores de fragilidad, esos cambios que ocurren a nivel molecular que se dan mucho antes que los cambios que se ven físicamente. Nos hemos metido a analizar una serie de potenciales biomarcadores que creemos que pueden estar asociados. Estamos encontrando resultados interesantes, sobre todo en cuanto a marcadores inmunológicos.

¿Hacia dónde avanza el estudio?

No solo queremos validar los resultados sino que también queremos extender la búsqueda a otros biomarcadores, no solo inmunológicos, también genéticos y hormonales.

Una vez que es detectado el problema, ¿cómo se puede frenar?

El objetivo final es que la información que se pueda conseguir con estos biomarcadores sea útil para que el geriatra pueda ofrecer a esas personas una medicina más personalizada, adaptada a cada caso. Sabiendo que la persona va a ser frágil, ya orientas un poco el tratamiento que va a llevar o su estilo de vida.

¿La fragilidad está relacionada con el estado anímico?

Sí. El humor influye. El síndrome suele darse en personas más decaídas. Está relacionado también con factores depresivos o si las personas están aisladas socialmente.

¿El envejecimiento activo es también un recurso para estos casos?

Sí. Es bastante importante. De hecho uno de nuestros trabajos iba en esa primera línea de ver cómo influía el ejercicio físico en retrasar estos efectos. Es verdad que las personas que realizan una actividad física continuada son menos frágiles que las que no la hacen. Está todo relacionado. Las personas frágiles suelen tener poca movilidad y el ejercicio que van a poder realizar es menor.

¿Podría llegar a no aparecer este síndrome?

No sabría decirlo. Es un síndrome muy asociado al envejecimiento, entonces es muy probable que tarde o temprano se llegue a producir. A lo mejor no todo, pero sí unos estadios prefrágiles. Lo que nos interesa es que la condición en la que llegue la persona sea la mejor posible. Si una persona puede vivir diez años en buenas condiciones, mejor que cinco años en unas condiciones de dependencia absoluta.

¿Hay diferencias entre hombres y mujeres?

Sí que las estamos encontrando. El grupo de frágiles suele estar más relacionado con las mujeres, pero también es verdad que las mujeres tienen una mayor esperanza de vida, así que puede deberse a eso.