José Antonio Marina tiene un reclamo unánime en A Coruña. El pedagogo ha agotado todas las plazas para su conferencia La educación del talento. Cómo poder en acción la inteligencia, que impartirá el miércoles 5 de febrero (19.00 horas) en Afundación como parte del ciclo Educación siglo XXI. El toledano, también filósofo y escritor, abordará en su charla los mecanismos necesarios para activar las capacidades de los alumnos desde las aulas. Se trata de una de las múltiples líneas de investigación que ha seguido en su carrera, en la que ha impulsado, entre otros proyectos, una Movilización Educativa para implicar a la sociedad en la mejora del sistema docente.

¿Se puede educar el talento?

Sí, ese es el centro de la propuesta educativa que estoy haciendo. Pero hay que empezar definiendo las palabras. Una cosa es la inteligencia, que son aquellas capacidades hereditarias que tiene un niño, y otra el uso que va a hacer de ellas, que es el talento. La función de la educación es precisamente transformar la inteligencia en talento, y para eso debe andar sobre dos patas: la instrucción y la formación de su personalidad.

¿La educación debería ser más individualizada?

Sin duda, porque el punto de arranque es distinto en cada niño. Son diferentes genéticamente, y también en su procedencia sociocultural. Todas las pruebas que tenemos, como PISA, nos dicen que el entorno del que procede influye muchísimo en su resultado en la escuela, especialmente España.

¿Por qué afecta más aquí?

Por un fallo educativo. Una de las formas de medir la potencia de un sistema es que sea capaz de compensar los déficits de inicio. Por eso la escuela debería empezar de 0 a 3 años. Entonces tendríamos más posibilidades de que el niño compensase los fallos que pueda traer de la situación económica y cultural de su familia.

Cuando ese niño crece, se marcha fuera. ¿Gestionamos mal nuestro potencial?

Lo estamos haciendo fatal. Es verdad que lo desarrollamos, pero luego no le damos ocupación. Entonces los alumnos se frustran, o tienen que marcharse fuera. Y el talento que educamos aquí lo aprovechan otros países...

¿Se puede recuperar a ese talento que se ha asentado en el extranjero?

En muchos casos no, porque los más valiosos han encontrado unas condiciones de trabajo para desarrollar su vocación tan sumamente buenas, que venir aquí les supondría tener que reducir su capacidad. Sin invertir en investigación, en talento y en aprovecharlo, estaremos siempre en una posición de segunda categoría.

Usted defiende que el camino para el cambio no son las leyes, ¿desde dónde debe fraguarse entonces el viraje?

Yo recuerdo cuando nombraron ministro a Méndez de Vigo. Le escribí una carta diciéndole: "No cometa usted la misma equivocación que sus antecesores: pensar que, si cambia la ley, va a cambiar la educación". La ley lo único que hace es dar medios financieros para mantenerla. Pero los gobiernos deben darse cuenta de que son las personas en la escuela las que deben hacerlo. Y esto no se acaba de lograr.

Para remediarlo, creó hace años el movimiento Movilización Educativa. ¿Qué balance hace de la iniciativa?

Un balance pobre. Y yo creo que la responsabilidad es de mucha gente, no solo de los políticos. La sociedad española no siente interés por la educación, no aparece en las encuestas sobre las preocupaciones de los ciudadanos. Nos acordamos de ella como de Santa Bárbara cuando truena, pero así no podemos hacer planes serios. Además, la educación española está ideologizada hasta la médula, con lo cual no hemos conseguido tener un pacto educativo. Finlandia, que era el país más pobre de Europa, logró un consenso, y le salió de cine.

Es el espejo en el que el mundo se mira. ¿Qué nos acercaría a los países nórdicos?

Dejar el deporte nacional por excelencia, que es marear la perdiz. Tendemos a estar dando vueltas a las cosas sin enfrentarnos a ellas, con lo cual todos nuestros problemas se cronifican. Como nación, tenemos muy poco talento político, y debemos aumentarlo. En educación no hay ni milagros ni enigmas, hay que ponerse a trabajar.

¿Hay motivación para ello entre el profesorado?

En España hay muchos maestros motivados, aunque con una característica: todos son autodidactas, porque nunca ha habido un sistema de formación del profesorado. Cuando yo hice El libro blanco de la profesión docente que me pidió el Ministerio, sugería hacer algo parecido al MIR de los médicos. Pero cuando propuse evaluar a los docentes, se organizó un revuelo bastante desagradable.

Me habla de políticos, de profesores... ¿Cuál debe ser el papel de los padres?

Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos, pero en este momento se encuentran muy desorientados. Eso fue lo que animó hace años a fundar una Universidad de Padres online para acompañarlos, porque reciben mensajes contradictorios.

¿Qué dudas encuentra?

Al final de la adolescencia tienen muchos problemas, porque no saben si se pasan en ser rigurosos o al contrario. Agradecen cuando les orientas sobre qué les está pasando a sus hijos, los problemas habituales a esa edad y la mejor manera de tratarlos. Por eso necesitamos estar más en contacto con los padres.

Sin embargo, son frecuentes los enfrentamientos entre progenitores y docentes.

Sí, los padres y la escuela en España no se llevan bien. Y los perjudicados son los niños. Lo que tenemos que hacer es flexibilizar más la relación. Cuando un tutor llama a los padres es para algo malo, pero tendría que llamarlos también para cosas buenas o para darles consejos.

Imagine que seguimos como hasta ahora. ¿Qué efecto cree que tendrá la educación de hoy en la sociedad que encontremos en el futuro?

Yo lo digo de una manera un poco brutal, la verdad. Si no mejoramos el sistema educativo, nos convertiremos en el bar de copas de Europa.