En el descanso del concierto, un gran amigo y excelente músico, atribuía las discretas lecturas de las danzas de Dvorak y de Brahms que había realizado la orquesta con Pons al frente, al hecho de que hubieran tenido que programarse a última hora para sustituir al Concierto para piano y orquesta nº 2 en Sol menor, Sz 93, de Bartok, inicialmente previsto, y cancelado por enfermedad del pianista, Pierre Laurent Aimard. Es más que probable que ésa sea la razón. O, al menos, una de las razones. Porque los problemas de jerarquizacion de planos sonoros en la sección central de la segunda danza de Dvorak y las deficiencias en el fraseo de la quinta danza de Brahms no me parece que deban achacarse sólo a esa circunstancia. Creo que también cabe atribuirlo a una predilección de Pons por el repertorio del siglo XX „y no tanto por el del XIX„ que, como ha demostrado reiteradamente, con esta misma agrupación y en otras circunstancias, es el que va mejor con sus condiciones directoriales. De hecho, sin salirnos del concierto del pasado viernes, las bellísimas danzas de Kodaly fueron servidas en una excelente versión, fruto en gran medida de una dirección mucho más entusiasta y dedicada. La orquesta realizó una versión brillantísima en una partitura que permite su lucimiento a nivel colectivo e individual. Lo mismo sucedió con el Concierto para orquesta, de Bartok (¡qué comienzo en pianísimo de los contrabajos!), cuya interpretación fue saludada con una explosión de entusiasmo por parte del público, pese a ser una obra muy difícil, tanto de escuchar como „acaso, sobre todo„ de ejecutar.