El 42% de los jóvenes islandeses de 15 y 16 años admitían en 1997 que se habían emborrachado durante el último mes. La misma encuesta, realizada por investigadores sociológicos, revelaba diez años después un estimable descenso en el hábito, hasta el 20%. Otros diez años después, en 2007, solo el 6% de los jóvenes de esa edad reconocía haber bebido alcohol de más. ¿Qué ha ocurrido en Islandia, un país que hoy tiene una población de casi 363.000 habitantes, para que tantos jóvenes menores de edad hayan cambiado las adictivas costumbres de su tiempo libre por comportamientos y distracciones más saludables? Gran parte de culpa la ha tenido el programa Youth in Iceland, una iniciativa socioeducativa de largo recorrido que ahora el Ayuntamiento de A Coruña quiere tomar como modelo para erradicar el botellón de las calles los fines de semana y disminuir el consumo de alcohol en los menores.

Cinco municipios catalanes (Tarragona, Lérida, Reus, Amposta y Castellar del Vallés) se han inspirado antes, en los últimos cuatro años, en el programa islandés para luchar contra el preocupante abuso de drogas y alcohol entre sus jóvenes. A Coruña será el sexto que lo haga en el país, abrazando una medida que servirá para reforzar la campaña municipal contra el botellón. Desde 2006 la metodología del mismo programa la han implantado también casi 40 ayuntamientos de 20 países, entre ellos Portugal, Francia, Italia, Suecia, Noruega, Turquía y Chile.

La identificación de menores que consumen alcohol, un plan de acción diferenciado para cada zona con medidas preventivas y la participación de padres, educadores, profesores, trabajadores sociales y profesionales sanitarios, además de los chicos y chicas, en la puesta en práctica de esas acciones y actividades son los pasos que marcan el desarrollo del programa. La coordinación entre agentes sociales y la implicación entre estos y los adultos y menores que forman las familias en el cambio de costumbres de ocio son las claves de su éxito, que, en el caso de Islandia, se ha percibido con claridad a largo plazo. Todo ello debe completarse con una adecuada inversión institucional en la promoción y organización de actividades recreativas.

"No es cosa de dos o tres años y sin colaboración no hay frutos. Se tienen que implicar del mismo modo los padres, que son el principal factor de protección de los menores, como los propios hijos y el resto de actores de manera coordinada: un gobierno municipal, un colegio de médicos, clubes deportivos, entidades sociales...", recalca con firmeza Patricia Ros, representante en España y Latinoamérica de Youth in Island, que forma parte del proyecto Planet Youth del Centro Islandés de Investigación y Análisis Social (Icsra). Este entidad se fundó en 1999 en colaboración con el Ministerio de Educación, Ciencia y Cultura de Islandia.

Ros fue durante más de una década directora de Prevención de las Adicciones del Ayuntamiento de Tarragona y considera que el modelo islandés para alejar a los jóvenes del consumo acostumbrado de alcohol y otras sustancias es infalible siempre que se desarrolle "de forma comunitaria y continua". "Si se adapta a la realidad de cada lugar, su transferencia es exitosa. Para quienes nos hemos dedicado mucho tiempo a la prevención de riesgos y a la protección de los menores el método no es nada nuevo que no conozcamos; lo que requiere es una decidida implicación colectiva", señala.

Y en Islandia sí se ha dado en los últimos veinte años esa comunión en torno a la protección del menor para alejarlo tanto de los riesgos del alcohol, como del tabaco o el consumo de marihuana, que en este periodo también han caído entre los jóvenes veinte y diez puntos porcentuales respectivamente.Ha sido gracias a un trabajo en equipo que fomenta la práctica de actividades deportivas, teatro, música, manualidades y otros proyectos creativos, con el fin de enfatizar la "importancia" que tiene, por ejemplo, "la música" en el crecimiento de los jóvenes, destaca Ros.

También con un control riguroso de la organización y supervisión de las fiestas y la venta de alcohol, así como sobre las horas que los jóvenes de 13 a 16 años pueden pasar fuera del hogar o de la escuela, hasta las diez de la noche en invierno y las doce en verano. "Se trata de que los adultos creen el ambiente adecuado para los adolescentes y de que los padres, de esa manera, refuercen la idea de que ellos son un buen modelo para sus hijos",subraya.

Ros apunta el concepto de "contrato parental", una vinculación entre padres e hijos que en gran medida se respeta en Islandia, por la cual unos y otros participan en actividades colectivas y se comprometen a dedicar al menos una hora al día a estar juntos o a olvidarse de los teléfonos móviles o a compartir tiempo de ocio los fines de semana.

Otro pilar que no ha faltado ni fallado en la aplicación de este programa en Islandia es el respaldo económico a cargo del Estado o de otras administraciones, y que consolida la iniciativa como modelo de participación ciudadana. No se concibe que no se invierta en actividades extracurriculares ni en la creación de plataformas para desarrollar acciones recreativas disponibles para todos los niños y jóvenes.

Con estas herramientas y estrategias funciona Youth in Iceland,que ahora debe analizar A Coruña para importarlo contra el consumo de alcohol en menores. Quienes ya se han acostumbrado a trabajar con el comportamiento de los jóvenes y a prevenirlos de los hábitos dañinos recomiendan perseverancia y paciencia. "El programa llevará tiempo. En Islandia redujimos el consumo en más del 50%en ocho años.Esto se va construyendo en largos periodos, no esperemos cambiarla realidad en un año. Será difícil y llevará tiempo. Quizá en cinco años se puede ver un cambio". Palabra de Jon Sigfusson, director de Planet Youth.