Casi nada está en su sitio. Eso dice Víctor Manuel en su nuevo álbum, el primero tras más de una década de silencio. Luego de años sin escribir nuevas canciones, el cantautor ha decidido ponerse al día con los tiempos, y convertir de nuevo la agitada actualidad en música. El independentismo y la industria armamentística son algunos de los temas que se cuelan en el disco, que sonará el sábado en Palexco a las 21.00 horas.

¿Son tiempos descolocados?

Sí (risas). Pero ya no solo en España, que está muy convulsa y revuelta desde hace tiempo, sino también a nivel internacional. Nunca habíamos soñado con tener un presidente de la mayor potencia del mundo como el que hay, o un tío tan atravesado como Putin en el otro extremo. El mundo está desbarajustado.

En concreto, este parece un disco muy influido por la crisis catalana...

También. Yo escribí una canción hace 38 años que era España camisa blanca de mi esperanza, que hablaba de una España que salía del blanco y negro. La España que ahora tenemos alrededor es mejor que hace 40 años, pero con problemas que no teníamos entonces. Uno de los problemas es la inflamación nacionalista, con un determinado sector que dice que puede saltarse la ley. Por eso escribí Digo España, porque no hay ninguna diferencia entre una autonomía y otra.

"Digo España y qué bien suena esa palabra", canta. ¿Qué ocurre para que nunca parezca correcto decir "España"?

La verdad es que una parte de la izquierda siempre hemos dicho "España" con precaución. Quizá porque el término ha estado muy manoseado por la derecha durante años. Pero a mí la palabra no se me ha caído nunca de la boca.

Con todo, el tema tienta a la polémica. ¿No le dijeron que no se metiera en berenjenales?

(Risas) La verdad es que fui con precaución. Escribí la canción, la grabé cuatro meses después... Pero durante ese tiempo, todos los amigos a los que pregunté se entusiasmaron. Desde Iñaki Gabilondo hasta David Trueba o Serrat... Les enseñé la letra, a ver si me decían que era un gilipollas, pero no.

¿Cómo ha vivido estos meses de bandazos políticos?

Pues como todo el mundo, con mucha zozobra, porque no estamos acostumbrados. Lo que he echado de menos todos estos meses es la falta de diálogo. En este país se ha endurecido mucho, y todo el mundo se cree en posesión de la verdad. Pero es que no tenemos buena gente en la clase política. No es que yo idealice a los del 78, pero quizá las circunstancias obligaban a maniobrar de otra manera.

Usted entonces militaba, aunque cuando publicó sus memorias dijo que hubiera sido menos político si volviera atrás.

Claro, porque me metí en muchísimos jardines (risas). De hecho, hay un periodo en el que la música quedó en segundo plano. Di un paso atrás en ese sentido por David, mi primer hijo. Hubo un momento en el que vi que me apetecía mucho más estar con él que escuchando al hijo de Santiago Carrillo.

Antes de eso, a Ana Belén y a usted les dejaban bombas. ¿No había pensado ya en bajar el perfil?

No, no. Porque cuando eres joven eres inmortal (ríe), las cosas no te asustan. Pero fuimos a ver el otro día el sitio en el que vivíamos y me entró el pánico, porque ahora ya tengo otra edad. Pero entonces los estropicios que nos hacían no te echaban para atrás en las ideas.

Me hablaba antes de dejar la música en segundo plano. ¿Quién dio por muerto entonces a Víctor Manuel?

Yo creo que todo el mundo, porque estaba prácticamente desaparecido. Cómo sería la cosa que a mí me habían dado premios de música en el 69 y, diez años después, me dieron los mismos. Era muy chocante, pero también disfruté mucho todo ese tiempo, porque en la militancia conocí lo mejor y lo peor. Conocí a la gente más abnegada y limpia, y también a un montón de trepas.

La política no era el escenario que contemplaba de joven, sino una cafetería en el pueblo...

Es que cuando uno se proyecta de joven, las aspiraciones que tiene son mucho más cortas. Piensas en ganar algo de dinero y poner una cafetería o un club y ya...

¿No se arriesgó mucho para un sueño tan pequeño? Dejó los estudios, por ejemplo.

Claro, claro. Pero eso fue también con la complicidad de mis padres que, visto en la distancia, tenían un punto inconsciente. Porque yo no sabía ni cantar ni componer. Pero cuando se lo dije, me respondieron que el dinero de mis estudios me lo iban a mandar para que estudiase música en Madrid.

¿Qué hizo con las primeras 125.000 pesetas que ganó por sus composiciones?

El primer recuerdo que tengo es que le di 15.000 a mi hermano porque se casaba, como regalo de bodas. Y el resto, me sirvió para encerrarme en casa y ponerme a componer con una fiebre tremenda. De ese verano salió el primer disco que me hizo entrar en el mundo de la música.

Con este también le dio la fiebre, y le sobraron temas. ¿Cómo es el material que reciclará para su próximo trabajo?

El otro día lo estaba revisando, y tengo ya casi tres cuartas partes del próximo álbum hechas. Fíjate que, cuando componía otras veces, hacía un par de canciones extra, y se quedaban ahí, para nadie. Pero ahora, al reescucharlo, veo que en este sí que hay cosas que voy a grabar con seguridad.