Nací en Alcañiz, en la provincia de Teruel, hace 81 años, en una época en la que España había pasado por una sangrienta guerra civil y en mi niñez además tuve que pasar las carencias que trajo la Segunda Guerra Mundial a la mayoría de las familias, como la mía, formada por mis padres, Francisco y Aurora, y mis hermanos Manuela, Maricarmen y Julio.

Mi padre, al igual que mi abuelo, fue guardia civil, por lo que nuestra vida se desarrolló en diferentes casas cuartel, como la de la localidad en la que nací, de la que pasamos a Ourense. Recuerdo que después de la guerra lo pasó muy mal porque le tocó vigilar a los presos opuestos al franquismo, que yo veía salir del cuartel en camiones que regresaban vacíos. Una vez le oí decir a mi madre que los habían llevado a fusilar en el cementerio y que no fue capaz de dispararles porque se desmayó, por lo que tenía miedo de que le expulsaran del cuerpo.

Cuando mi padre falleció con solo 35 años, mi madre decidió que nos trasladáramos a la aldea de A Xironda, en Cualedro, donde ella había nacido y donde residimos hasta que en 1950 nos vinimos a esta ciudad para instalarnos en As Conchiñas, donde todavía había pocas casas y lo que más sobresalía era el edificio del Observatorio.

Al poco tiempo de llegar conocí a quien sería mi marido, Francisco Cela, también guardia civil y con quien me casé a los diecisiete años y tuve tres hijos „ Paco, Suso y Carlos„ este último recientemente fallecido. Mis primeras amigas en la ciudad fueron vecinas que me acogieron muy bien y con las que sigo manteniendo una gran amistad. Solía salir con ellas a pasear por el centro, por el que casi no se podía andar debido a la cantidad de gente que había.

Al casarme me fui a vivir con mi marido a Oleiros, a donde fue destinado y me dediqué a cuidar de mis hijos. Cuando fueron jóvenes me llevé un gran disgusto al ser detenido Paco bajo la acusación de pertenecer al Grapo, lo que fue un duro golpe también para mi marido, aunque nadie le dijo nada en la Guardia Civil porque estaba bien visto gracias a sus méritos. Empecé a luchar para sacar a mi hijo de la cárcel, ya que no era miembro del Grapo, sino de la CNT. De la cárcel coruñesa se lo llevaron a la de Zamora y al salir después de quince meses pasó a la clandestinidad ya como miembro del Grapo hasta que fue detenido en Madrid en 1985. También mi hijo Suso fue detenido años después y condenado a veinte años de cárcel, mientras que Carlos también fue detenido pero no pudieron acusarle de nada. Tanto Paco como Suso fueron torturados en la cárcel, donde iba a visitarles y veía cómo tenían el cuerpo lleno de heridas y moratones de las palizas que les daban, por las que uno de ellos estuvo ingresado en el hospital y a punto de morir.

Desde que empecé a ir a Madrid a visitar a mi hijo y ver lo que pasaban allí los que estaban detenidos comenzó mi lucha contra las desigualdades del sistema policial y judicial a través de las asociaciones ACPG y AFAM. Fui la primera mujer que le envió una carta al juez Baltasar Garzón en la que le contaba las condiciones en las que estaba mi hijo Suso, aunque no me hizo caso y le condenó a treinta años de cárcel, que cumplió en 2014, mientras que Paco salió hace seis meses tras una condena de doce años por pertenecer al Partido Comunista de España Reconstituido.

Mientras tenga fuerzas seguiré luchando por las causas justas y asistiendo a todas aquellas manifestaciones y reuniones que tengan que ver con ellas. Tengo que agradecer el homenaje que me hizo en la ciudad el Movemento pola Defensa das Pensións por mis muchos años como luchadora.

Testimonio recogido por Luis Longueira