Este concierto ha estado a la altura que corresponde a la calidad de nuestra orquesta: pianista de primer nivel y director de primer nivel. Tras escuchar la brillantísima versión de la obertura rossiniana, el público prorrumpió en una verdadera aclamación porque la orquesta estaba tocando al nivel más eminente, dirigida por una batuta atentísima a los menores detalles, a los más sutiles contrastes dinámicos. Y cuando en la tormenta, y después en la cabalgada, pidió Boreyko a la agrupación intensidad sonora, ello se produjo sin la menor distorsión, con una jerarquización perfecta de los planos sonoros. Sin duda, una de las mejores (¿la mejor?) oberturas de Guillermo Tell que le he escuchado a la OSG. No puedo dedicar mejor elogio a la versión del segundo concierto para piano y orquesta de Liszt si digo que pianista, director y agrupación me han reconciliado con una obra que antes no me gustaba. Los pianistas surcoreanos son los únicos de Extremo Oriente que, con carácter general, han sido capaces de mantener la virtud de la expresión junto a una técnica esplendorosa. Su bis, el bellísimo Romance en Fa mayor opus 118/5, de Brahms (él llamó "canciones de cuna de mis dolores" a sus últimas obras para piano) fue acogido con un clamor de entusiasmo. En cuanto a la sinfonía de Shostakóvich, no recuerdo haber escuchado nada parecido cuando se hizo la vez anterior. Es una obra única, asombrosa, final. Aquí el compositor, dueño por completo de su oficio, hace lo que quiere, sin restricciones de ningún género, sobre todo en la instrumentación, con reiteradas individualizaciones y originales combinaciones tímbricas. Hasta se permite rendir homenaje a Rossini. Gran concierto. Pianista y director, ¿cuándo vuelven?