Programa singular con dos partes diferenciadas: la primera incluía obras de compositores actuales (Anna Clyne, nacida en 1980; John Adams, en 1947); y la segunda, de un músico que vino al mundo en 1770, de cuyo natalicio conmemoramos el 250 aniversario: Beethoven. Además, para mayor singularidad, la obra de John Adams está escrita para cuarteto de cuerda y orquesta sinfónica. Algo bastante original porque, si bien existen obras orquestales en que los primeros atriles de los arcos tocan pasajes formando un cuarteto, es mucho más raro que una agrupación independiente actúe como solista cuádruple. Que tal fue el caso. La obra de Adams se inscribe en esa tendencia, denominada "minimalismo", que hizo fortuna hacia la mitad del siglo XX y se prolonga en el siglo XXI. En esta partitura, al menos, se aprecian características definitorias de la tendencia, tales como frases cortas que sin apenas variación se repiten en largos pasajes, y la adscripción a la tonalidad y a una armonía básicamente clásico-romántica. Teóricamente, se propugna la utilización de elementos "mínimos", con exclusión de lo superfluo. Pero lo cierto es que muchas partituras exigen una riqueza instrumental, sobre todo en el ámbito de la percusión, que parece desmentir este principio. Y también que el resultado es con frecuencia de una fatigosa monotonía. Naturalmente, ello no impide que la obra de Adams „tan difícil„ haya sido interpretada con general a cierto por una orquesta como la Filharmonía y una agrupación de cámara como el Cuarteto Quiroga. La obra de Clyne es muy diferente; la compositora inglesa recrea con brillantez e inestimable brevedad los juegos que se realizaban en los jardines ingleses hace unos tres siglos; es un caos fulgurante donde se escuchan retazos de danzas y canciones populares, y hasta parecen identificarse estallidos de fuegos artificiales y la algarabía de máscaras carnavalescas. La orquesta, muy bien dirigida por Paul Daniel, realizó una espléndida lectura de la Segunda Sinfonía de Beethoven; de manera muy especial, el precioso Larghetto, donde lució la cuerda.