El 21 de febrero de 1820 llegó a A Coruña un nuevo capitán general, Venegas, partidario del absolutismo del rey Fernando VII. El general Riego se había alzado en enero en Andalucía, pidiendo apertura política y la reinstauración de la Constitución de 1812, y Venegas debía vigilar A Coruña, una sospechosa de unirse a la sedición. Existían rumores de que en la ciudad se preparaba algo, pero la conspiración era más extensa de lo que se pensaba, y en ella se encontraban buena parte de las clases medias y altas de la ciudad y la mayoría de los oficiales de la guarnición.

Según cuenta José de Urcullu, un cronista contemporáneo, Venegas acudió el 21 de febrero al Palacio de Capitanía a recibir los saludos de los oficiales, con tanta confianza que iba "sin espada". En la actual plaza de la Constitución un grupo de paisanos armados atacó y desarmó a los centinelas. Los oficiales, algunos firmemente comprometidos con la causa liberal y otros "llenos de dudas", desenvainaron entonces los sables y Venegas fue hecho prisionero.

A Coruña se convertía así en la primera ciudad en apoyar a Riego, cimentando la derrota del absolutismo y el establecimiento del Trienio Liberal en España. Inspirados por la revolución española, surgieron alzamientos en Portugal, el Piamonte, Nápoles, Grecia, Francia y Rusia.

El director del Instituto Cornide, Tino Fraga, señala que es un episodio "del que los coruñeses nos podemos sentir orgullosos" y cuya "principal lección" es la idea de que "siempre hay que estar atento a la promoción y defensa de la libertad".

El primer acto para recordarlo será mañana a las 13.30 horas ante el palacio de Capitanía, en un acto en el que intervendrán la alcaldesa, el concejal de Cultura y el propio Fraga, acompañados por una recreación histórica y el Himno de Riego. Para octubre se prepara una exposición que tendrá como comisarios a los historiadores Ana Romero y Xosé Alfeirán.

La clave coruñesa

A Coruña no fue el inicio de la revolución, pero sí esencial para que triunfara. El alzamiento lo empezó el 1 de enero de 1820 el general Rafael del Riego en la provincia de Sevilla, y poco después se le unió en Cádiz un coronel de Betanzos, Antonio Quiroga. Durante seis semanas, explica Alfeirán, la situación quedó "en tablas" entre sus tropas y las realistas.

En este contexto, "la balanza la desequilibran los coruñeses". Tras su levantamiento se unieron los militares de Ferrol, Betanzos y Vigo, y luego las tropas coruñesas ocuparon el resto de Galicia. La noticia se extendió por España y los conatos liberales se multiplicaron, hasta conseguir que el rey cediese y jurase la Constitución.

Riego contaba con simpatías por parte de los liberales de todo el país. Desde 1814 había en España "un ambiente general de conspiración". ¿Por qué la chispa prendió en A Coruña?

Según explica Ana Romero, la ciudad tenía una "tradición liberal". Provenía de ser "una ciudad burguesa", conectada por el comercio marítimo con las naciones que lideraban el liberalismo en esta época. Los liberales coruñeses, estaban "concienciados" y dispuestos a arriesgar su "fortuna y vida", aunque habían visto ejemplos cercanos del precio de defender sus ideas.

Sinforiano López, líder coruñés de la resistencia contra los franceses, fue ejecutado en 1815 por conspirar contra el absolutismo, y ese año se rebeló en la ciudad Juan Díaz Porlier. Fue ahorcado en el actual Campo da Leña.

Tras el golpe se constituyó en A Coruña una junta "plural", según Romero, que representaba a los grupos dirigentes de la vida política, militar y comercial. También se constituyó una fuerza paramilitar, la Milicia Nacional, mucho más numerosa que la de otras ciudades. ¿Y el pueblo? Según indica Romero, en esta época las clases populares quedaban excluidas del proceso político, ya que no tenían posibilidad de voto. Hubo trabajadores coruñeses que salieron a la calle a gritar "viva la Constitución" en 1820, pero también otros, quizás los mismos, que dieron vivas al absolutismo en 1823.

Los historiadores coinciden en que el alzamiento coruñés no fue sangriento. Pero el Trienio Liberal no fue pacífico: por el rural de varias regiones, entre ellas Galicia, proliferaron partidas de guerrilleros partidarios del absolutismo.

A Coruña fue también el último baluarte gallego del liberalismo en 1823, cuando el régimen se derrumbaba ante la presencia de las tropas francesas enviadas para restaurar el absolutismo, y el cambio de bando de la mayoría del ejército de Galicia. Los últimos liberales gallegos resistieron en la ciudad varias semanas antes de escapar en barco, y ahogaron en el mar a decenas de prisioneros.

Atrás quedaban tres años en los que se experimentó con la actual división en provincias, la democracia parlamentaria (limitada a las élites) y la sumisión del Rey a las Cortes. Y, señala Alfeirán, surgió el amor entre el militar Espoz y Mina, nombrado capitán general de Galicia, y Juana de Vega, que lo desposó y escribió sus memorias. Pero esa ya es otra historia.