Tom Martínez estudia Filología en la Universidade da Coruña, aunque en la documentación académica todavía no lo hace con ese nombre. Pese a que el reglamento de la UDC recoge su derecho a que el nombre con el que se identifica, su nombre, sea el utilizado por la comunidad universitaria aun sin disponer de su DNI con los datos cambiados, este es un trámite que a Tom se le resiste, como muchos otros. Porque Tom es un chico trans, y, como muchos de sus compañeros de colectivo y lucha, se ha acostumbrado a que cada pequeño paso se convierta, para ellos, en un salto de longitud.

André López lo tuvo más fácil en su facultad, la de Educación: "Me pusieron todas las facilidades, no tuve que alegar ni presentar nada. A Tom se le dijo, primero, que dependía de la buena voluntad de cada profesor, y luego, que presentase una petición por escrito". Tratos diferentes que evidencian que, pese a la existencia de ciertos protocolos, rara es la vez que estos se aplican de forma uniforme. André, como Tom, como muchos otros chicos y chicas trans, han normalizado el hecho de que no sepan cómo tratarles en la mayoría de instituciones. Son excepcionales las ocasiones en las que el profesional que les atiende en el hospital, en el psicólogo o en el registro conoce el procedimiento que se debe seguir con ellos.

"Me he encontrado gente que no sabe qué hacer conmigo en todos los ámbitos. La desinformación es total, si pides ayuda no sabes por dónde empezar, te mandan al sitio equivocado. Cuando eres más joven, estás muy asustado, no entiendes nada", añade Adrien Osorio, que trabaja, "por suerte", como diseñador gráfico. Otra rara avis en un colectivo que sufre un 85% de paro.

No es un dato casual si se tiene en cuenta situaciones como la ocurrida a Patrick Dopico, animador sociocultural, cuando acudió a la oficina de empleo con un DNI en el que constaban unos datos que chocaban frontalmente con su apariencia. "Cuando el trabajador miró mi DNI me dijo una frase que me quedó grabada: '¡Cómo os pueden hacer esta putada, teniendo esto así!'. Fue bastante comprensivo", recuerda el propio Patrick, que reconoce que las situaciones en las que la persona encargada de atender la solicitud muestra empatía son las mínimas.

La mayoría de veces se topan con la desprotección que produce la ausencia de información reinante, pero, en otras ocasiones, la discriminación es una piedra insalvable en el camino. En un proceso en el que es imprescindible superar cada escalón, son miles las trabas impuestas por profesionales aparentemente cualificados con los que se van cruzando en sus respectivas transiciones.

"Cuando le dije a mi psicóloga que quería acceder a hormonas me dijo que estaba mal de la cabeza, que nadie me iba a querer, que iba a ser una chica con mucho pelo", relata Marco André Comesaña. No fue la única vez que sintió que en el ámbito médico no se le trataba como era debido. "Cuando fui al endocrino, sin pedirme permiso ni informarme, me dijo que me tumbase en la camilla y me miró debajo del vaquero y de la camiseta", explica.

Las preguntas incómodas e innecesarias, las situaciones violentas y las continuas intromisiones en la intimidad son parte de un proceso que parece no terminar nunca y que tiene como su efecto más leve el minar, cada vez más, la moral de un colectivo que solo busca vivir en paz con sus identidades. "Encontrarte con estas situaciones te echa para atrás. Es la segunda vez que intento entrar en hormonas, la primera desistí. Es como si fuese un bicho raro y me lo estuviesen diciendo", argumenta Tom Martínez, para quien la despatologización del colectivo es prioritaria. "Hay muchas personas trans con problemas psicológicos, una cosa no invalida la otra. La cuestión es, ¿qué se hace mal para que seamos tantos?", se pregunta.

Un panorama árido, en el que el hecho de toparse con un profesional a la altura supone, casi siempre, el mejor de los oasis. "Hay gente muy buena, como nuestra endocrina, Belén Ruano, o nuestro psicólogo, Gonzalo. Te da tranquilidad, pero dependes de la buena fe del que te toque. Cuando aparece un profesional cualificado, las listas de espera se colapsan", señala André López. La incertidumbre con respecto al futuro es, a día de hoy, su única certeza. Son el terreno de experimentación, una realidad tan reciente en el debate público como antigua en el mundo. "No existe investigación para nuestros tratamientos. No sabemos cómo nos van a afectar a la larga las hormonas, porque no hay registro de personas que hayan estado tanto tiempo con ellas" , revela Tom Martínez.

Todos ellos personifican un reclamo tan añejo como apremiante, el de que la sociedad les cuide, les entienda, les trate con respecto y, sobre todo, que reconozca su existencia. "Todo lo que sabemos es por las personas trans visibles en redes sociales, a ellas hay que darles las gracias", concluye André López.