Lucía González lleva toda la vida en la avenida de Fisterra, un poco más arriba del cruce con la ronda de Nelle. Recuerda que "tenía 12 años cuando pusieron el viaducto", inaugurado en 1978. Ayer, sobre las 16.00 horas, bajó de casa a verlo morir. Dos retroexcavadoras habían comenzado unas horas antes el derribo del tramo central, el que transcurre sobre la avenida. Esta mañana ya cayó toda la parte central del vial.

Sentada en un bolardo, en medio de una nube de agua en dispersión levantada por los operarios para contener el polvo, afirmaba que llegó a coger "cariño" al viaducto, pero que generaba ruido y "quitaba vista a los edificios". "Me parece estupendo que lo quiten, maravilloso", remachaba.

Esta era la opinión generalizada entre los vecinos y curiosos que se congregaron para observar la demolición. Jacobo Rodríguez, que se crió a pocos metros y cuyos padres siguen en el barrio, veía "muy adecuado" el derribo. En parte, porque esperaba que ahora llegue una política para "humanizar la zona" y cambiar un modelo de movilidad basado en el coche, pero sobre todo por "empatía" con los vecinos que sufrían los ruidos . También por "higiene", pues bajo el puente se acumulaba suciedad y la gente orinaba. Lo mismo opinaba Lucía González, que afirmaba que alguna gente confundía la zona bajo los arcos con un "punto limpio" y tiraba escombros.

Arranca el desmontaje del viaducto de la ronda de Nelle de A Coruña

Arranca el desmontaje del viaducto de la ronda de Nelle de A Coruña

A Antonio Visos, que vive en la avenida de Fisterra, poco antes de llegar a la ronda, también le parecía ayer "muy bien" la demolición, pero porque considera que la zona es un "atasco permanente" para el tráfico que baja o sube por la avenida. Espera que el fin del viaducto "sea una solución", aunque desconfía de que la rotonda que se planea dé más fluidez, y apuesta por prohibir el giro hacia la izquierda para los vehículos que suben por la avenida.

Algunos espectadores pensaban que el derribo se realizaría quebrando el puente por sus extremos y dejando caer la estructura, pero las excavadoras que trabajaban ayer fueron erosionando paulatinamente los dos márgenes de la zona central. Uno de los operarios bromeaba afirmando que "se les puede llamar pirañas'". El significado del apodo es obvio: tienen dos piezas semejantes a mandíbulas al final de un brazo mecánico.

Una por cada lado del puente, se abatían sobre la estructura. Cada mordisco pulverizaba hormigón, desgajaba cables de acero, y arrojaba cascotes sobre el pavimento de la avenida de Fisterra, protegido por una capa de asfalto y tierra para amortiguar los impactos.

Este método, más lento, tiene como ventaja "la seguridad, que es lo más importante ahora en una obra", según afirmaba ayer un trabajador. Las obras se pararon al final de la tarde por la rotura de un latiguillo, después de arrancar buena parte del hormigón de los laterales, pero sin llegar a partir por la mitad el viaducto. Hoy tratarán de conseguirlo.