Todo empezó hace diez años durante la noche de un viernes cualquiera, cuando cinco amigos franciscanos de la Universidade da Coruña quedaron para tomar un café en un local de la ciudad. Una de ellas era María Cendán, que recuerda cómo el grupo, después de hablar de la cantidad de gente sin hogar que vivía aquí, salió a la calle con termos de café y chocolate en sus manos para ofrecerles una bebida caliente que les reconfortase del frío. "Así nació Boanoite. A partir de entonces, cada viernes salimos con un grupo cada vez más grande a repartir chocolate y bollos entre las personas sin hogar", explica Cendán, que cuenta que a día de hoy casi 60 voluntarios estables se han sumado a esta acción.

La iniciativa ha ido creciendo en todo este tiempo, y se han llegado a crear hogares de acogida en la ciudad y grupos de calle en las universidades de Santiago de Compostela y de Vigo. Esta semana, Boanoite ha sido reconocida con un segundo premio de 5.000 euros en la séptima edición de los Premios al Voluntariado Universitario de la Fundación Mutua Madrileña, y la sorpresa entre los impulsores del proyecto es "inmensa". "No nos lo esperábamos, pero es una alegría muy grande. Este es un premio que compartimos con toda la gente que formó parte de esta iniciativa, que cada vez son más", afirma Cendán, que asegura que el dinero se destinará a mejorar todas las actividades que se llevan a cabo en los hogares "para facilitar la reinserción en el mundo laboral de esas personas en riesgo de exclusión social". "Nos gustaría ampliar el abanico de talleres. Ahora tenemos de manualidades, lectura y cocina, pero nos gustaría hacer más cosas. Queremos mejorar el hogar, comprar materiales y poder organizar más excursiones con ellos", añade.

Tal y como cuenta la fundadora, el café y el chocolate son tan solo una forma de "acercarse a la gente que vive en la calle" y de poder descubrir "cuál es su situación". "Hay personas que no saben a dónde recurrir o que están desinformadas, y descubrimos que muchas lo único que necesitaban era un techo desde el que buscar prestaciones, preparar su currículum y buscar un trabajo. Tan solo la tranquilidad de saber que tenían una casa". Por eso, en 2015 Boanoite dio un paso más con Hogar Mesoiro, una pequeña casa en ruinas situada cerca de la Universidad que ofrecía refugio a "todos aquellos que encajaban en el perfil para participar en el proyecto": "Entre voluntarios y amigos le dimos forma, la pintamos y la reconstruimos. Sirvió de hogar para muchos hasta que encontraron trabajo o prestaciones".

Pero la demanda crecía, y cuenta Cendán que "la suerte llegó" cuando la Asociación Padre Rubinos se trasladó y les cedió una parte de su instalación. "Ahí creamos Hogar Boanoite. El cambio nos permitió ampliar el número de plazas y mejorar nuestra ubicación", explica. Desde entonces, la pequeña residencia próxima al Millenium ofrece techo y comida a siete personas en riesgo de exclusión social, que conviven con una educadora social, un sacerdote, personal de emergencia y una quincena de voluntarios. Con ellos, los residentes, además de formarse con los diferentes talleres, mejoran sus actitudes, autoestima y relaciones gracias a las jornadas de debate, a las terapias de grupo y a los días de evaluación, en los que todos se reúnen para hablar y ver cómo han avanzado.

Lo que comenzó como una anécdota cargada de buenas intenciones terminó dando lugar a un proyecto que junta a cientos de personas bajo un mismo techo y que trabajan para dar una segunda oportunidad a quienes más la necesitan. "Boanoite es un espejo de crecimiento. Lo hemos visto crecer, y nosotros hemos crecido con él. Desde que empezamos, cada paso que daba el proyecto lo dábamos nosotros, y toda esta experiencia ha sido determinante para todos", concluye Cendán.