Rosana Santos desprende paz. Ni siquiera es capaz de expresar en palabras lo que el yoga significa para ella. Con su acento brasileño, confiesa que su objetivo es ayudar, sobre todo a los que tienen menos recursos. Las casualidades de la vida la han traído hasta A Coruña, donde colabora con la Asociación Ciudadana de Lucha contra la Droga (Aclad), aunque su etapa aquí está próxima a acabar. "Yo pongo la semilla para que otro siga el trabajo", señala.

Todo empezó en su país de origen, Brasil. "Yo viví en una favela y sé lo que es no tener nada. Mis hermanos tuvieron problemas con las drogas y fue entonces, hace 15 años, cuando decidí dedicarme al yoga terapéutico y así dar clases a familias con hijos con este problema", recuerda. Como muchos ni siquiera tenían qué comer, Rosana Santos recogía cartones en el supermercado que utilizaba de esterillas. "Había chicos de 11 años que ya eran adictos a las drogas y con estas clases consiguieron salir de eso", apunta.

Ahí se dio cuenta de que ese era el camino que quería seguir, por lo que viajó a Colorado para seguir formándose. "Soy maestra de Ashtanga Yoga especializada en trauma", afirma, y añade que "todo tratamiento, como en la vida, tiene que estar formado por una mezcla de cosas, y el yoga es una de ellas".

Descubriendo mundo, se instaló en Tulum (México), donde se abrió la puerta hacia el otro lado del Atlántico. "Estaba en una playa y vi a dos chicos haciendo yoga. Me acerqué a ellos y empezamos a hablar. Me contaron que tenían un estudio en A Coruña y que si quería venir", recuerda. No lo dudó. Volvió a hacer las maletas para vivir al otro lado del océano.

Su primera parada: María Pita. "Me acerqué al Ayuntamiento para explicar lo que hacía y poder dar yoga a gente que no tiene recursos", cuenta. Pero no obtuvo respuesta así que se movió hasta dar con Aclad. "Me contaron su labor y no lo dudé. Doy clases, de forma voluntaria, a adictos que están en tratamiento", explica.

Reconoce que no para mucho "en ningún sitio", pero la ciudad le enamoró de tal manera que incluso se "planteó quedarse a vivir". De momento, es solo un pensamiento, ya que "en una semana" vuelve a coger un avión para irse a Vancouver. "Luego volveré a Estados Unidos, que es donde está mi familia", desvela.

Rosana Santos defiende, como si de un lema de vida se tratase, que "la práctica del yoga combinada con la ciencia y otras terapias nos acerca a nuestra esencia", y ella quiere seguir descubriendo la suya y la de aquellos que se topan con dificultades en la vida. "Mucha gente no tiene medios para acceder a estas actividades y nadie piensa en eso. Yo quiero ayudarles porque sé cuál es la realidad", concluye.