Con solo una grabadora y varias capas de voz, Juan Carlos Ortega es capaz de inventarse el mundo. El humorista se ha convertido en un artesano de la comedia, que vuelca su amor por la radio clásica en un formato en el que antes no se había explorado. Tras años en las ondas, son decenas los personajes a los que el catalán ha dado vida. Este viernes presentará una nueva remesa en Afundación (20.30 h.) con Relatividad general, un show en el que analiza cuestiones como el amor, la edad y el miedo.

¿Nos falta relativizar?

Yo creo que sí. O a veces sobra, porque también está guay que haya cosas absolutas. De todos modos, el espectáculo, como lleva más de un año, ahora ya es totalmente diferente. Ha ido yendo por distintos lugares, porque me invento cosas para no aburrirme.

Lo que sí se mantiene es esa disección que hace de los sentimientos. ¿No se ha contado ya todo sobre el miedo y el amor?

Sí, totalmente. La cosa es el modo de contarlo. Lo único que puede aportar alguien es el estilo...

En el suyo siempre se cuela sí o sí el tema de la edad...

Sí, me gusta mucho jugar con personas de edad avanzada, porque en el humor son muy creíbles. No nos extraña que una persona joven diga una barbaridad, pero cuando alguien mayor dice algo insólito, prestamos atención de repente. A mí me gustan los ancianos por eso, y porque mis gags son siempre de personas a las que hace tiempo que les pasó algo. Yo soy un manzano que da manzanas. Quien quiera peras, que vaya a un peral (risas).

¿Le han sugerido ir por otras vías?

Sí. A veces me dicen que haga otras cosas, pero no es lo mío. Además, a un pintor no le pedimos que cambie, pero en el humor hay la exigencia de renovarte y ser diferente cada día. Yo a veces digo en broma que ya cambié las cosas, que le toca a otro (risas).

Es verdad que ha creado su propia parcela. ¿No le hace sentirse un poco solo?

No, porque como hay público al que le gusta... Además, tampoco me relaciono mucho con la gente, en general. Estoy casi siempre en casa, grabando...

¿Tiene que imponerse una disciplina?

Sí. Lo acabo haciendo, pero lo suelo dejar para el final. Me he acostumbrado a la presión. Creo que tiene que ver con el hecho de haber trabajado en la radio.

Ahora en los estudios radiofónicos también se graba en vídeo. ¿Es la muerte del locutor clásico?

Eso son los directores más mayores, que quieren captar audiencia joven. Pero yo lo veo como una obsesión esto de poner cámaras para que se vea en Youtube. A mí me gusta que la radio se oiga y ya está. Pero tienes razón. El locutor clásico entendido como alguien cuyo rostro no conocías... Eso ya ha desaparecido.

Aquel Luis del Olmo que usted quería ser de niño...

Sí... Eran las cosas que me gustaban. La radio, Gila, la ciencia... Tenía un mundico...

Sus profesores le decían que nunca haría nada importante.

Y probablemente hayan tenido razón (risas). Pero no me lo decían solo a mí, sino a muchos otros. Había como una especie de crueldad, de decir las cosas de una forma muy brusca a los padres.

¿Se dio por perdido usted también?

No me hundí. Yo sabía que no era verdad, y no me afectó.

Ahora incluso lo publicita. "Sabe que es raro y lo explota", así se vende su espectáculo.

Claro, qué remedio. Está bien mostrar la parte rara de cada uno, porque para eso alguien está en un teatro, para hacer algo que los que están sentados no saben hacer.

¿Qué más obstáculos ha convertido en fortalezas?

Posiblemente una cierta falta de inteligencia. El hecho de no comprender algunas cosas me ha hecho esforzarme de una manera brutal para entenderlas. Mi dificultad de niño para las matemáticas ha hecho que de mayor me interesaran mucho. Mi dificultad para las ciencias ha hecho que ahora haga libros sobre ello. La dificultad se ha convertido en una virtud a la larga, porque me he esforzado el triple.

¿Y el interés por el humor? Porque es su otra pata.

Eso lo he tenido siempre. Pero yo nunca he querido ser humorista. Yo quería ser físico teórico y Luis del Olmo.

Un híbrido raro.

Sí, una especie de Einstein del Olmo (risas).

¿En esto del humor se acaba siempre de rebote?

Sí. A mí me gustaba grabar, y me salieron cosas cómicas, pero sin pretenderlo. Nunca he tenido la sensación de ser humorista.

¿Cómo se toma el secuestro del humor hoy por parte de la política?

Yo creo que cada uno debe hacer humor de los temas que le interesan. Por suerte, se puede elegir. Y por eso no entiendo cuando alguien critica a un humorista.

Sin embargo, parodiaba en un artículo cómo fue volver a su "vida de antes" tras la formación del gobierno...

Ah, sí, sí (risas). Porque la gente solo hablaba del tema y, cuando ya está hecho, ¿de qué se habla ahora? Era una parodia de la obsesión que tiene la gente con la política, que están como locos.

¿Vamos hacia un humor de lo negativo?

Sí que hay muchos cómicos pesimistas. Y además hay una cosa de los humoristas, y es que son unos pesados y se van de víctimas constantemente. Les pasa como a muchos compatriotas míos en Cataluña, que creen que España es una dictadura. Pero comparados con antes estamos mucho mejor. Hay que ver esa parte también, y no quejarse tanto.