Todos los flashes se dirigían, ayer, a una única figura: la de la reina Letizia, que visitó el centro Ágora con motivo de los premios Princesa de Girona. Una multitud se agolpaba en los exteriores del edificio con una misión: la de saludar a su Majestad, darle la mano o, los más afortunados, obtener una ansiada fotografía.

A su llegada saludó a quien pudo, aunque aún hubo quien se quedó a esperar a que saliese de nuevo. "Tengo un vídeo en el que me da la mano, estoy muy contenta. Pedí el día en el trabajo para venir a ver a la reina Letizia", reveló una mujer, que esperaba encaramada a la valla de la entrada desde bien temprano. Para algunos admiradores, esta fue su oportunidad tras alguna que otra ocasión fallida, como recuerda otra de las asistentes: "Quise darles la mano a los Reyes eméritos cuando vinieron a inaugurar el Kiosko Alfonso, pero no pasaron por mi lado", recordó.

Tras la Reina caminaba, en el que fue su primer acto institucional, el vicepresidente Pablo Iglesias, que, aunque algo menos entregado, también gozó del calor de sus admiradores. Entre ellos, los alumnos participantes en el Reto Emprendedor. "A mí me hizo más ilusión ver a Pablo Iglesias que a la Reina. Es un político como Dios manda", afirmó uno de los estudiantes. "¡Viva la República!", añadió otro.

Aunque fueron muchos los que esperaron a la comitiva de autoridades a su salida del acto, otros no estaban dispuestos a dejarse a las puertas del Ágora más tiempo del estrictamente necesario. "Que venga ella a vernos a nosotros, que le invitamos a un cocido", arrojó un señor antes de abandonar el lugar.

Con todo, fueron los más los que aguardaron a la Reina a su salida, que no subió de nuevo al coche sin volver a dar la mano a los asistentes, que la recibieron entre aplausos. Alguno hubo también para Pablo Iglesias. "¿Cómo lo llevas?", preguntó, desde lejos, una mujer. "Bien, bien", contestó el vicepresidente del Gobierno.