La típica estampa de las pandillas de amigos en la puerta del restaurante Manolito de la calle Ramón y Cajal no se ha producido esta mañana de domingo. Los dos locales que los propietarios tenían en la ciudad han cerrado por jubilación y por falta de relevo.

Los dos restaurantes han amanecido hoy con la verja cerrada y las luces apagadas y sin el olor a comida a punto de saltar de la olla al plato que solían tener al mediodía, cuando los compañeros se reunían a compartir un vino con una tapa o tomaban el aperitivo antes de sentarse ante las enormes bandejas de lacón y grelos.

Los propietarios, que abrieron el negocio en 1956, han colocado un cartel en el restaurante de Ramón y Cajal, en el que agradecen a "clientes y amigos, la confianza y los buenos ratos" que han pasado juntos durante todos estos años a un lado y al otro de la barra y los fogones.