No se cansaba Juan José Ocón de decir que "estamos en la edad de oro de las bandas". Y cuando llegó a A Coruña, a principios de 2017, estaba decidido a sacarle brillo al formato. Pero la ruta para la que guardaba aún decenas de proyectos se ha topado con un revés ineludible. El director de la Banda Municipal lleva preparándose la última semana para una despedida que le sabe amarga, y que comenzará a tramitar hoy para regresar a su plaza como docente en su San Sebastián natal.

Solo una razón de peso separaría al donostiarra de un grupo con el que conectó desde el principio. Son "motivos familiares" los que le obligan a cambiar el rumbo, que cursará a partir de ahora en un centro musical y no al frente de un colectivo que, asegura, "daba el 100%". En un comunicado lanzado este fin de semana, los intérpretes a los que tantos meses ha guiado se mostraban afligidos tras el anuncio. "Esta noticia nos deja huérfanos musicalmente. No entraba en nuestros planes que esta etapa in crescendo que comenzamos juntos terminara tan pronto", lamentan.

Tampoco para Ocón ha sido fácil. El director sabe que "la banda querría que me jubilara allí", y afirma además que él lo haría con gusto. En agosto pasado, cuando rozaba los dos años al frente del grupo, aventuraba que "no estaría mal que fueran diez". Ahora el deseo se trunca por "prioridades", por "atender a los que nos han atendido", aunque le consuela que en la banda quedan "al menos 45, mientras que yo soy solo uno".

Fue ese medio centenar de artistas el que le escogió para ponerse tras el atril. Ocón debutó en él hambriento, con la ilusión de construir "una formación única" y la red de una pila de partituras con la que se había volcado todo el verano. El mundo de las bandas lo conocía bien, después de tocar la trompeta y el fliscornio en una desde los ocho años. Tras un tiempo coqueteando con las orquestas „como la Joven de Euskal Herría„ el donostiarra volvía a sus orígenes con la de A Coruña, convencido de que "trabajando" podía llegar a ser "uno de los iconos más grandes de nuestro país".

Hoy, dice, se va con el objetivo cumplido, o incluso sobrepasado. "El grupo está catalogado como uno de los mejores de Europa, y tiene que seguir así. Espero que la parte administrativa esté a la altura, ahora está en manos de la concejalía de Cultura", dice el director. Encontrar a un sustituto promete ser terreno árido para el Concello, que se enfrenta a la difícil tarea de llenar el "vacío" que la banda dice sentir. Sus integrantes aseguran que la huella de Ocón es y será siempre "imborrable", y recuerdan el "fantástico trabajo" que realizó en esas interminables sesiones de ensayo, que terminaban „"todas", recalcan„ en un gran aplauso agradecido.

"Yo de música controlaba, pero no la parte social de unir a los músicos para conseguir un proyecto. Me han demostrado que todos son uno, y que venían conmigo a donde yo fuese", señala al respecto el director, que cogía la batuta que le había regalado Lorin Maazel y Zubin Metha cuando necesitaba sentirse con suerte. Amuletos como aquel le acompañaron en conciertos como el del año pasado en María Pita, en el que enlazó a la banda con la magia gallega de Treixadura. El folclore fue uno de los pilares de su trayecto en la urbe, donde se esforzó por crear sinergias con entidades como la Banda Municipal de Santiago, los colectivos co diversidad funcional o los conservatorios y centros escolares.

Unir fuerzas con la Sinfónica de Galicia era su meta para 2020. "Este mes venía José Trigueros [director asociado de la OSG] a la banda, y pensaba aprovechar para dar los primeros pasos. Quería que fuera un boom, pero no ha habido tiempo", lamenta Ocón. El proyecto se queda como una cuenta pendiente, en un limbo que no descarta que tenga fin. El intérprete que "al principio era demasiado vasco" no le cierra su futuro a la urbe, a la que podría volver "dentro de un tiempo, cuando se pueda volver a valorar".