El misterio de la desaparición súbita de los dinosaurios a finales del periodo Cretácico ha sido explicado en términos generales mediante un suceso catastrófico: el de la colisión hace unos 66 millones de años de un asteroide de gran tamaño en el Caribe, lo que hoy es la península del Yucatán, con resultados que alteraron por completo el clima de la Tierra haciendo desaparecer tres cuartas partes de las especies entonces existentes y, entre ellas, todas las de los dinosaurios. Esta semana pasada han aparecido los primeros indicios fósiles de tal extinción masiva por medio de un trabajo de Robert de Palma (geólogo de la universidad de Kansas, Estados Unidos) y colaboradores publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences.

Sin embargo, el final de los dinosaurios podría haber sido diferente y mucho menos traumático, aunque aún más complejo. Parte de ellos pudo haber evolucionado hacia las actuales aves, algo que saben de sobras los muchísimos espectadores de la película Jurassic Park. Y la mejor prueba de esa transición se tendría en el famoso fósil de una de las primeras aves voladoras, Archaeopteryx, que conservaba muchas características de los reptiles. Tras su descubrimiento, se han identificado al menos 30 géneros de dinosaurios con plumas o prototipos de plumas, por más que la mayoría de ellos no volase. Hasta el Velociraptor, protagonista de las películas de Spielberg, se encuentra en la lista.

Un problema muy serio para poder relacionar seres con un determinado rasgo funcional es la estructura anatómica que permite tal función. Así, hay aves que vuelan „casi todas ellas lo hacen„ , pero también insectos y hasta mamíferos como el murciélago. Pues bien, las alas de los murciélagos difieren de las de las aves de manera tan notoria que convierte en imposible que esos mamíferos desciendan de ninguna ave. Las alas de los murciélagos no tienen plumas sino una membrana que les permite extender las extremidades anteriores para volar.

Min Wang, investigador del Institute of Vertebrate Paleontology and Paleoanthropology, Chinese Academy of Sciences (Beijing, China), y sus colaboradores han publicado en la revista Nature un estudio de la evolución de los dinosaurios hacia el vuelo que indica como aparecieron muy distintas estructuras anatómicas útiles para esa función locomotriz. Entre ellas está la propia del Ambopteryx longibrachium ahora descubierto y bautizado por Min Wang y colaboradores: un terápodo volador, pero que disponía de membranas, no de plumas. Los autores indican que pudo ser ese un linaje al cabo fallido, centrándose la evolución final hacia las aves en las plumas. Y puede que no solo por la utilidad del plumaje para poder volar. El aislamiento térmico que proporcionan las plumas puede haber sido una ventaja evolutiva aún más grande.