"Llevamos un año en aislamiento, así que nos estamos adaptando bien a esta cuarentena". Esta es la impresión que tiene Manuel Peón del confinamiento obligado de la población desde el lugar en el que vive, el último de los nuevos barrios coruñeses, el ofimático, que hace poco más de un año recibió a sus primeros residentes. Con solo cinco edificios de viviendas construidos (tres de ellos ocupados), sin más servicios próximos que un supermercado, grandes espacios aún sin urbanizar y sin parques o áreas de descanso, los vecinos del ofimático afrontan el tiempo que deben estar confinados con "paciencia" y "sin agobios", como algo que no les resulta ajeno debido al lento crecimiento que experimenta su barrio.

"Por aquí no pasa el bus, no pasan taxis. Es como vivir en un pueblo. Ya hemos practicado estar aislados", asume Peón, que puede trabajar desde casa, como su esposa. Su hija de 5 años, dice, "lo lleva bien"; el matrimonio, "a ver si no nos agobiamos mucho dentro de quince días".

"Sin volverse loco". Es la actitud que toma José Ramón Mosquera en su piso de la calle Luisa Villalta, donde vive solo y sin trabajo por culpa de la cuarentena del coronavirus. "En el barrio la gente suele pasear, correr, hacer deporte, pasear al perro, pero estos días no se ve casi nada de eso, solo salen quienes van con perro y con mascarilla. Donde más gente se ve es en el Lidl, el supermercado que está más cerca", cuenta.

Los más aprensivos, añade, han hecho acopio de alimentos y productos de uso básico. Los que son más tranquilos, van a las tiendas de alimentación o a las farmacias cuando más lo necesitan. María Sierra, por ejemplo, tiene que ir a Matogrande para comprar los productos que precisa su bebé de 8 meses. Su marido está de baja laboral y ella puede realizar teletrabajo a pie o en coche. "Nos vamos turnando para cuidar al bebé o para ir hasta la farmacia. Es más fácil con esa edad que si tuviera más años".

A Miguel González, presidente de la comunidad en uno de los edificios del ofimático, los productos necesarios se los lleva a casa su pareja, que trabaja en un supermercado. En el hogar hay también dos niños, y él, de momento, sale todos los días a trabajar y vuelve a casa. Admite vivir con "calma" en un barrio "poco poblado" y teme que uno de los efectos de esta crisis sanitaria sea la dificultad para abrir nuevos negocios, lo que perjudicaría a una zona como en la que vive. "A ver qué pasa con la nueva crisis que nos viene", reflexiona.

El ofimático, un barrio que empezó a habitarse dos décadas después de ser concebido y tras no pocos problemas urbanísticos, está a la espera de completar su urbanización y de que aumenten los vecinos con las promociones públicas previstas, una de la Xunta y otra del Ayuntamiento. Pero los trabajos apenas avanzan y la zona continúa carente de mobiliario urbano, tiene vallas tiradas en el suelo y vegetación descuidada, describe Mosquera, portavoz de la cooperativa de propietarios Cofuncovi, con dos bloques de viviendas en el ofimático.