Si tu pasión es la música, interpretarla sobre todo, difícil es que puedas expresarte a tus anchas encerrado en un piso. En esta situación se encuentra Álvaro López Peribáñez, un chico de 25 años que hace dos noches se asomó a una ventana del piso en el que vive con sus padres para tocar el tambor y amenizar durante un rato a sus vecinos más próximos en Os Rosales las horas largas de la cuarentena por el coronavirus. Fueron unos pasos animados de la jota gallega La Martinica. "Si fuese por él, saldría todos los días a tocar por la ventana. Cuando acabe todo esto, hasta saldré yo también y daremos juntos un concierto", cuenta su padre.

Álvaro López, que acaba de estar de cumpleaños, tiene una discapacidad intelectual del 66%. La emergencia sanitaria la está viviendo desde muy cerca, ya que es usuario del centro ocupacional y de día de Aspronaga en Lamastelle, en Oleiros, cerrado temporalmente desde el pasado día 11 por un caso de coronavirus. Uno de sus usuarios, de 45 años, fue días después la tercera víctima mortal del Covid-19 en Galicia. "Álvaro está bien. Está en casa desde que se cerró el centro. Le miramos la fiebre tres veces al día y le protegemos mucho porque él es una persona más vulnerable", relata el padre.

¿Dónde se refugia el joven mientras dura el confinamiento? "En los entrenamientos y en la música". Son sus dos "pasiones" y las vive "con intensidad". Álvaro forma parte del equipo de fútbol Genuine del Deportivo y, en la medida de lo posible, hace algo de ejercicio en casa hasta que se reencuentre con sus compañeros. El amor por la música es más fácil de llevar estos días. Dice su padre que el chico se encierra tres o cuatro horas diarias en la habitación para practicar el dominio de sus instrumentos favoritos, los de percusión: "Se pone los cascos, navega por YouTube y busca música de bandas o bandas sonoras de películas, que es lo que más le gusta. Saca ritmos, se fija en la interpretación, perfecciona. Tenemos acolchado el cuarto para que pueda tocar sin molestar a los vecinos".

El Danzón de Arturo Márquez, una obra musical mexicana para orquesta sinfónica, es una de las piezas favoritas de Álvaro López, dice su padre. "Pero a él le gusta mucho la fiesta y la alegría, jotas, pasodobles...", añade. Desde hace casi un año el chico, que siguió un programa especial de aprendizaje en el Conservatorio Profesional de Música de A Coruña, es miembro de la Banda de Música de Arteixo, donde toca el tambor, las maracas, los timbales y otros instrumentos de percusión. A su lado están durante el aislamiento.