Mar Narbón, de la carnicería Daniel, ve todavía lentitud en la conciencia de los ciudadanos. "Van poco a poco. Hay quien viene a abastecerse y no vuelve en tiempo, pero también el que acude cada día", cuenta. Entre sus clientes menos preocupados está la población de riesgo, especialmente los ancianos. "La gente mayor es la que menos miedo tiene y la que más sale de casa", lamenta la propietaria, que menciona el método de pago como uno de los cambios relevantes. El coronavirus ha disparado el uso de la tarjeta, aunque la merma de ingresos ya empieza a notarse para el local. También hay bajas entre la plantilla, una empleada embarazada a la que la tienda envió a casa para evitar riesgos. El personal que queda siente que limpia "todo el día", tras cada tanda de clientes que solo pasan "de tres en tres". "Aun así está la intranquilidad, pero nos lo tomamos como podemos", dice la dueña.