Una buena parte de la jornada diaria de Luisa López y Fidel Domingo transcurre pegada al teléfono. Una labor con un propósito clave: el de prestar un servicio esencial a aquellos a quienes ha tocado la peor parte de la pandemia del coronavirus, las personas mayores confinadas en sus casas debido al especial riesgo que cobra para ellos la exposición. Ambos voluntarios operan, junto a otras 50 personas en la provincia de A Coruña, en el marco del programa Cruz Roja Responde, concebido para aportar, vía telemática, el acompañamiento y atención otrora presenciales.

Desde el 14 de marzo, día en el que se hizo público el decreto del Estado de Alarma, el servicio acumula un total de 7004 llamadas, que suman 600 horas al teléfono por parte de las personas encargadas del servicio. Los usuarios, adscritos a diferentes programas de Cruz Roja o a su servicio de teleasistencia, son de sobra conocidos para Luisa y Fidel, voluntarios activos en programas de estimulación cognitiva, talleres de memoria y relación social.

Una labor que no han dejado de lado ni siquiera ahora, cuando todo parece posible solo a través de la tecnología y ante la brecha digital a la que se enfrenta el colectivo de mayor edad. Las cien llamadas que salen diariamente de su centralita dan buena cuenta de ello. "Seguimos haciendo ejercicios de memoria con ellos. Por ejemplo, desde la ventana, pueden contar cuántos colores ven, cuántos coches pasan, e intentar recordarlo", explica Fidel Domingo.

Tras casi veinte años como voluntario en la entidad, no se ha planteado cesar su actividad ni aún en tiempos de coronavirus, cuando muchos en su situación optarían por quedarse en sus casas como única posibilidad viable. Ellos son el recordatorio, la llamada de confianza y el consejo que no falla. "Les hablamos de las medidas que tienen que seguir para evitar el contagio, les preguntamos qué tal están, nos vamos enterando si tienen cubiertas las compras y las necesidades básicas", relata.

Tras la línea se topan a veces con la incertidumbre, la angustia y el miedo, pero también con el optimismo y la resiliencia ante una situación que, por muy mal que pinte ahora, se sabe pasajera, tarde o temprano. "Nuestros mayores han vivido muchas cosas. Algunos están animados, nos recuerdan que las hemos tenido peores", señala Fidel.

Busca con su llamada desviar la atención del que es casi el único tema del que se habla y de la sobreinformación a la que está sometida diariamente la población. "Les recomendamos que busquen entretenimientos que no sea estar todo el rato delante del televisor viendo noticias sobre el virus. Que se muevan por casa, que escuchen algún programa entretenido en la radio", enumera Luisa López, voluntaria de la entidad desde hace cinco años.

Se han topado, no obstante, con alguna sorpresa que les ha sacado una sonrisa. "Tenemos a cinco o seis señores de más de 80 años que hacen rutinas de gimnasia con Youtube a diario", recuerda. Los menos atrevidos hacen crucigramas, leen libros o revistas o aprovechan para ocuparse de esas pequeñas cosas para las que nunca hay tiempo o siempre hay excusas, como el cuidado del hogar o el de uno mismo. "Les recomendamos que aprovechen para revisar ese armario lleno de cosas que estaba pendiente desde hacía tiempo, que utilicen el tiempo que tienen para cuidarse a sí mismos", explica Fidel.

Pese a ser el colectivo de más riesgo ante el virus, las comunicaciones arrojan una peculiaridad: la mayor preocupación de los usuarios no es su propia salud, sino la de sus seres queridos, sumada a la inquietud del no ver y no saber qué requiere el confinamiento responsable. "Temen por sus familias. Echan de menos a los hijos y a los nietos, a los que si ven no pueden siquiera abrazar", relata Luisa.