Como los atletas que no pueden acudir al gimnasio, la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) ha visto vedadas sus posibilidades para el entreno. Han pasado ya días desde que su rincón común, el Palacio de la Ópera, cerrara sus puertas ante el estado de alarma decretado por el coronavirus, y mandara a sus músicos -con suerte, instrumentos en mano- al tedio de sus casas. Pero no había transcurrido ni una semana de reclusión cuando a uno de sus intérpretes, el violinista Mihai Tanasescu, le empezó a carcomer el síndrome de abstinencia. Tocar juntos, aunque fuera de forma virtual, fue su idea ante el confinamiento, en el que logró reunir a más de 40 de los 75 integrantes de la plantilla.

Los whatsapps para lograrlo empezaron a rodar el pasado viernes, con una propuesta de dimensiones faraónicas. El músico pedía a sus compañeros que enviaran un clip de vídeo interpretando la misma obra, el Nimrod Nimrodde Edward Elgar, para encajarlas luego en un vídeo como las piezas de un puzle. Violines, violas, clarinetes y trompas se sumaron a la iniciativa, al igual que muchos otros salvo las percusiones. Sus músicos han sido unos de los más perjudicados por la llegada del virus, que ha dejado a sus instrumentos coger polvo "bajo llave en el Palacio de la Ópera".

Contando con su falta, Tanasescu escogió una partitura sin tambores o timbales, pero que reflejara bien la situación en la que el mundo se encuentra. "El Nimrod Nimrodtransmite solemnidad, porque es una barbaridad la cantidad de muertes que está habiendo, pero también esperanza, porque acaba en una tonalidad feliz que indica que habrá solución al problema", explica. La pista la ha escuchado ya decenas de veces, con cada nuevo vídeo que llegaba a su terminal. "Se me ha colapsado el móvil y el disco duro, eso te lo garantizo. Pero yo siempre he sido un poco friki de la tecnología, y esto me pareció una idea guay", añade.

Al estar aislado en casa, Tanasescu empezó a ver puentes entre sus aficiones. El rumano no solo es diestro con el violín, sino que tiene formación como técnico de sonido y se maneja con soltura entre las mesas de mezcla. En el pequeño estudio que tiene en su hogar, y aprovechando los ratos en los que su hijo de cuatro meses duerme, se volcó en la tarea de hilar los distintos archivos. La labor se la facilitó una claqueta, un audio con un metrónomo y la melodía a piano, sobre la que grabaron sus compañeros para poder sincronizarse a falta de un director.

Cuenta que la edición le llevó "sobre 12 o 13 horas", pero que cada una mereció la pena, porque ayer, de nuevo, su teléfono no dejaba de sonar. "No paro de recibir mensajes, y muchos compañeros me han dicho que se les han saltado las lágrimas. Ese es el poder de la música, llegar al alma de la gente y que les ayude", dice. Y es que, desde que la Sinfónica colgara ayer la iniciativa en sus redes, el proyecto "se ha viralizado". La pasada tarde, el vídeo acumulaba más de 2.000 visualizaciones, que han animado a los fans de la formación y a los propios músicos, lacónicos por su silencio forzado.

También para ellos iba dirigido el mensaje de aliento que la OSG colgaba en su cuenta de Twitter: "Cuando creas que está todo perdido, no te rindas. Sé Nimrod!", incitaba junto al proyecto. Se trata de un bálsamo necesario, reconoce Tanasescu, porque los intérpretes se encuentran en horas bajas ante la cancelación de muchas de sus actuaciones. Dice el violinista que saben "que hay que cuidarse", pero que "da mucha rabia no poder ejercer". "Es lo que mejor se nos da. Lo que nos gusta es juntarnos y tocar en el Palacio de la Ópera. Claro que todos hemos ido al conservatorio y sabemos qué hacer para mantenernos en forma y mentalmente, pero el ánimo a veces decae", confiesa.

Lo que más les acecha es la incertidumbre de no saber "qué va a pasar". "Nuestra actividad está suspendida. No sabemos cuántos conciertos cancelamos ni cuándo vamos a volver, y ese desconocimiento nos causa miedo", revelan. Sienten sin embargo el apoyo del gerente, Andrés Lacasa, y de la concejalía de Cultura, que les ayudan a pasar el trance. Desde sus áreas se les ha comunicado que "la Sinfónica no va a desaparecer ni se va a despedir a nadie de la plantilla", aunque la preocupación -es inevitable- "está presente".

Un modo de distraerse de ella, paradójicamente, es tocar. Mientras esperan a que vuelvan los aplausos a las butacas, los miembros de la Sinfónica se refugian en sus partituras, para que el regreso a clases no les coja con el pie cambiado. Pero practicar encerrados en casa, y no en su sede habitual, hace que quienes viven al lado no estén a veces demasiado contentos. "Un violín no tiene demasiado volumen, pero tengo un vecino trompetista al que se la montan", cuenta entre risas el rumano.

Vivir en una casa es, en esos casos, una ventaja, y también para el resto de la cuarentena. Los intérpretes que cuentan con una finca se encuentran más despejados, pero los recluidos "en un piso como yo, estamos más claustrofóbicos". Como para la mayoría, su ventana al mundo es la red, y la mensajería instantánea. WhatsApp se ha transformado en un gran aliado para los miembros de la Sinfónica que, si bien no cuentan con grupo propio porque "sería una locura", sí los tienen por instrumentos.

Así, a golpe de doble check, les van llegando las noticias de la cuarentena. "Mis compañeros están haciendo muchos proyectos. Una da clases gratuitas por Skype, otro fabrica mascarillas...", enumera. Propongan lo que se propongan, el violinista tiene claro que en la orquesta "hay que seguir en activo", y parece que el confinamiento inspira. "En la OSG somos personas de un montón de culturas, pero este tiempo me ha hecho ver que no somos tan distintos. Cuando nos veamos nos daremos un abrazo, y nos alegraremos mucho por estar bien".