El primer día que Diana Cabanas se incorporó al teletrabajo, cometió "un error". "Me senté a responder correos con mis hijos a la mesa. Y no con uno, sino con los dos juntos", explica entre risas la edil, al frente desde verano del área de Turismo y Comercio. La también responsable de Fiestas asegura que el confinamiento está siendo un periodo de aprendizaje, y que "cada día" lo lleva "mejor", a pesar de las difíciles circunstancias. Con tres niños de 11, 8 y 3 años, una concejalía tan dañada por el Covid-19 como la hostelería y el turismo, y un embarazo en su recta final, la coordinadora ha tenido que hacer malabares para encarar los problemas públicos desde un despacho distinto, que tiene desde el decreto del estado de alarma su hogar como único decorado.

Los problemas del sector turístico y los contactos con los locales se desarrollan ahora desde el salón de su casa. En él comienza el día consultando e-mails y viendo las noticias "para estar informada" de las novedades sobre la pandemia, antes de la primera ronda de llamadas a su equipo con la que comprueba "si está todo en orden". El contacto con la plantilla del Gobierno es "constante", pero también teñido de nostalgia. "Han sido muchas horas trabajando juntos, y eso une. Por eso echo mucho de menos poder sentarme con ellos y hablar para desconectar", indica.

Y es que a diferencia de otras como la alcaldesa Inés Rey, Cabanas no pisa María Pita desde hace días. La edil forma parte por su embarazo de los colectivos en riesgo a los que se recomienda extremar los cuidados, lo que hace que "no salga ni para comprar el pan". Cuenta que, en un estado de gestación avanzado como el que se encuentra, "ya no sé cómo ponerme, porque sentada muchas veces estoy incómoda y el cuerpo me pide dar un paseo". La reclusión limita sus caminatas a rutas de consuelo que van "de la sala a la cocina", y a su habitación cuando recibe llamadas telefónicas y se tiene que "encerrar".

"Inicialmente pensaba que cada día estaría más agobiada, pero a nivel organizativo lo voy llevando mejor. Hemos aprendido que cada uno necesita su momento aislado para trabajar, y también he dejado de aprovechar el estar en casa para intentar que todo estuviese ordenado", apunta la concejala. En cuanto a las rutinas que ha instaurado, revela que han sido pocas, salvo comer en familia y "más sano, porque antes íbamos a lo loco". Asomarse a la ventana para aplaudir, clavados como un reloj a las 20.00 horas, es otro de los pocos momentos que se repiten en cada jornada, en la que Cabanas y sus seres queridos se asoman a las calles para "mandar un mensaje de ánimo y orgullo a los sanitarios, los farmacéuticos y los trabajadores de seguridad y del sector alimentario, todos los que nos están ayudando cuando lo estamos pasando mal".

Ni un descuido haría que se les pasase descorrer las cortinas. Cuando se acerca la cita una alarma interrumpe los quehaceres en el hogar de la edil, cortesía de sus hijos, impacientes por jalear desde la repisa. A sopesar la información que les da de la pandemia es otra de las tareas que ha tenido que hacer frente, y se ha encontrado con todo tipo de escenarios. "El mayor está preocupado por sus abuelos, el mediano está maldiciendo el Covid-19 y la pequeña se pasaba mucho tiempo mirando por la ventana, hasta que le preguntamos y nos dijo que estaba esperando que llegara el coronavirus, porque le habíamos dicho que estaba fuera", relata.

La propia Cabanas se confiesa también inquieta por la situación, especialmente por su cargo. "Estoy sin pegar ojo. Un ciudadano está preocupado, pero cuando estás en el gobierno, la preocupación es mucho mayor", asegura. Desde el inicio del estado de alarma, para la concejala "lo de dormir profundamente se ha acabado". Entre el ordenador y el móvil no desconecta "ni un minuto", ni siquiera cuando la familia se reúne para ver una película al fin de la jornada.

En el grupo, a la edil le falta gente, como "los abuelos y los sobrinos". Asegura que lo primero que hará cuando se levante el decreto será ir a visitarlos, para recuperar esos abrazos sobre los que ahora pesa tanto la distancia. Llevar a los niños al parque y hacer "una ronda" por las cafeterías también figura entre sus planes. Augura que serán muchos la que la imiten y que la masificación se trasladará de los supermercados a los bares, ayudando a la recuperación del pequeño comercio, tan necesaria.

El sector, dice, le toca "de cerca", con toda "esa gente que lo está pasando mal y que lo va a pasar peor". En su casa recibe los mensajes de algunos empresarios, pero afirma que el tono es de "empatía", sabedores de que "esta es una situación temporal". La edil resalta "la solidaridad que estamos viendo" para defender que de la crisis se saldrá reforzados. "Yo creo que es algo que nos va a unir, y que nos está ayudando a relativizar y a darnos cuenta de que lo que importa es la seguridad de las personas. Cuando podamos salir a la calle otra vez en lugar de estar con el móvil trataremos de comunicarnos más", dice.

Sectores a medio gas

Ni el turismo ni la fiesta están en alza, pero Cabanas se muestra positiva sobre sus áreas. "Necesitaremos un periodo de adaptación, pero los gallegos somos expertos en recuperarnos", asegura. El perfil "amable" de A Coruña será atractivo para "ese turismo familiar que a todos nos va a apetecer cuando esto pase", y en cuanto a las fiestas, "a corto plazo habrá que improvisar". La concejala afirma que su grupo sigue trabajando, aunque pensando en "cosas genéricas más que en eventos concretos".