Las familias, nuestro alumnado, están extenuados. Y nosotros. Vivimos un período de intenso agotamiento psíquico, emocional, mental, social y mediático. Los docentes no podemos seguir presionando con deberes, tareas y obligaciones rígidas... No podemos trasladar a las familias la responsabilidad de sacar adelante el curso de sus hijos. No podemos abrir más la brecha entre los que tienen medios telemáticos y los que no, entre los que tienen familia que les puede ayudar en casa, y los que no tienen siquiera familia porque su madre es su única ayuda y es reponedora en un área comercial. O sanitario. O transportista, o tiene que teletrabajar. La familia tiene bastante con luchar contra sus sombras, ERE, ERTE, despidos, enfermos o mayores o dependientes en casa, preocupación por la convivencia y por cuanto se siente que vendrá a nivel social. Se necesita acompañar con serenidad, calma y ayudar a los niños a reír, a sentirse protegidos, queridos y cuidados, lejos del estrés y angustia por cumplir las tareas escolares añadidas a diario ante la incertidumbre de lo que pueda pasar. Dejemos de presionar y apurar tanto el pedal. Tenemos que reflexionar desde nuestro faro, pintarlo de colores y dar luz creativa a proyectos en casa, a la investigación dentro de nuestras propias materias, marcar retos asumibles y echar mano de aquellas materias más olvidadas curricularmente y que tanto bien nos provocan: la música, el arte, la educación física, la filosofía... Se nos ha presentado un gran reto. Transformémoslo en oportunidad educativa; una nueva era en la que debemos estar a la altura. No solo para potenciar el aprendizaje telemático sino para entender la educación y su fundamental proyección social y emocional. El profesorado somos responsables de ello. Ahora más que nunca, como educadores, constructores sociales. Establezcamos los valores y prioridades vitales y cuestionémonos si queremos robots que hagan deberes de la página 14 y se chapen un tema. O que sientan, piensen e investiguen sobre el mundo que les ha tocado vivir, aprendan a desarrollar su creatividad, sus herramientas para lo que vendrá, como expresar y manejar sus emociones y su equilibrio. Apreciar lo que teníamos y de verdad era importante y volveremos a disfrutar. Reflexionemos, docentes e instituciones, pedagogos. Juntos. Creo que toca. ¡A por una primavera educativa! ¡Vamos!