Desde que comenzó el confinamiento, la casa de Emma Lustres recibe más correo del habitual. Junto a las facturas de la luz y los corrientes avisos comunitarios, se acumulan en el portal y a la puerta de su piso decenas de notas con peticiones vecinales, que han cambiado la sal y el azúcar por el último éxito de Karol G. o el Imagine de John Lennon. La directora de Vaca Films se ha convertido con el encierro en la dj de la plaza del Libro desde su ventana en Enrique Dequidt Hevia. Y no es la única. Son pocos los barrios que no cuenten con un músico profesional o aficionado, que aproveche el impasse del coronavirus para salir al balcón y compartir su selección musical.

Los temas se extienden por la avenida de Arteixo, Juan Flórez, A Zapateira o la calle de La Maestranza. El eje de los conciertos improvisados siempre es el aplauso de las 20.00 horas, esa elipsis en la que la ciudad sale a jalear a los que batallan a diario contra la pandemia. En compañía de sus dos hijos y de su marido, Lustres pone banda sonora a la emoción del homenaje, cuando tanto pequeños como mayores se lanzan al cristal. Es entonces cuando en el quinto piso empieza a sonar Resistiré, llamando a la resiliencia, y también a los vecinos que ya se hayan enganchado a convertir el salón de su casa en una sala de conciertos.

"A menos diez ya nos ponemos a colocar todo y a mover los altavoces a la ventana. Es algo que haces con cariño, porque estamos en una situación emocionalmente complicada, y este momento es una forma de decir que vamos a salir de esta", explica la responsable. Lustres se confiesa melómana, y por ello su gesto se ha servido del gran equipo de música con el que contaba. A través de él suenan "canciones motivadoras", como Bella ciao y Color esperanza, y también algún caramelo para los niños como CantaJuego.

Los pequeños son uno de sus públicos estrella, pero también esos adultos que hasta hace poco no eran más que una lista de nombres en el buzón. "Ahora nos aplauden y nos hacen carteles en los que nos dan las gracias. De repente les pones cara, y les deseas siempre las buenas noches", cuenta. En el par de semanas que lleva en su balcón, no solo ha hecho buenas migas con su vecindario, sino también con los de fuera. Su música ha alcanzado la plaza de Vigo, Juan Flórez, la avenida de Arteixo y la calle Nicaragua, en una onda expansiva que nacía de un grupo de Whatsapp comunitario que le impulsó a subir la moral.

Emma Lustres necesitó el empuje, pero a otros, como Fernando Pujalte, no hizo falta nadie que le animase. El dueño de la Lili Cleta lleva cada día a las casas de la calle de La Maestranza de vuelta a los años 70, con un programa que ha optado por llamar Aplauso Covid-19. El músico descansa los domingos, pero no falta a su cita el resto de la semana, en la que enchufa canciones "retro" de Serrat, Luis Aguilé y Raffaella Carrà. Los vecinos se asoman y Pujalte les alienta pidiéndoles dedicatorias, y convirtiendo los sábados en jornadas especiales en las que "animo a la gente a que salga con un cubata o un vino a la ventana".

La suya, en el número cuatro, se ha convertido en una especie de espectáculo de variedades, del que surgen pompas y demás artilugios que guardaba en su Lili Cleta, con la que promete estar "24 horas por toda la ciudad" cuando "esto pase". Como a él, le ocurre lo mismo a Otto Mondelo, que sueña también con volver a tocar. El líder de la banda Scooter96 debutó el pasado sábado desde A Zapateira, como un modo de "llevar el concierto a los hogares". Su Verbena en casa, que terminó con el himno del Deportivo de La Banda del Camión coreado por el vecindario, incluirá esta semana composiciones propias, que toca con su grupo desde hace más de un año.