La crisis sanitaria llega también a las instituciones sociales, a las imprescindibles, las que prestan ayuda a los invisibles, también a Casco (Padre Sarmiento, 24).

¿Cómo están llevando en Casco la crisis sanitaria?

Milagrosamente bien porque no tenemos ningún positivo. Contaba con que esto fuese una debacle y no, hemos tenido muchísima suerte.

¿Siguen teniendo los mismos usuarios o la mayoría se fue al pabellón de Riazor?

No, solo dos de nuestros usuarios se fueron al pabellón. Nuestro tipo de usuario tiene un perfil de muy baja exigencia, muy difícil, algunos de ellos con diagnósticos psiquiátricos y no aguantan ahí. Muchos siguen en situación de calle y los atendemos nosotros.

¿Cuántas personas pasan por Casco cada día?

Para comida y ducha, unos sesenta. Vienen, mientras toman el café, se les hace la bolsa con la comida y con la cena. Se les meten dos bocadillos, un táper, yogures, fruta, latas... Lo que tengamos. Lo que sí que hemos limitado es la presencia allí. En vez de poder estar toda la mañana, con los ordenadores en el punto de calor, entran de cinco en cinco, de manera que respeten la distancia de seguridad. Duchas estamos dando entre quince y veinte al día. Somos el único recurso que mantiene las duchas, entonces, vienen todos. Se apuntan, hacemos una lista y cada media hora, entra uno. Damos citas para que no estén arremolinados en la calle y lavadoras estamos poniendo dos al día.

¿Cómo lo están llevando los usuarios? Porque si ya es complicado en una situación normalizada, en su caso será todavía más difícil de llevar...

Al principio fue un caos, porque los primeros días, la Xunta dio orden de cerrar todos los recursos sociales. Nosotros no cerramos porque tenemos usuarios psiquiátricos y no podemos dejar a la gente sin su medicación. Esto fue un jueves y el sábado ya se nos permitió abrir. Entonces, de repente, todos los recursos que hay en la ciudad, Padre Rubinos, Cocina Económica, nosotros... se vieron trastocados. Yo hacía muchos años que no tenía gente en la puerta diciéndome: "Dame algo de comer, que me muero de hambre". Además llovió, estaban empapados, nos pedían que les abriésemos la puerta, que les dejásemos pasar porque tenían frío y que les diésemos de comer. Había una hilera enorme de personas en la puerta. Nos costó una semana y algo organizarnos y tomar también nuestras medidas de seguridad. Ese fin de semana, por ejemplo, dábamos de comer a través de la verja, no podíamos dejar entrar a nadie porque, además, no teníamos equipos de protección individual.

Prestaron servicio exponiéndose al contagio...

Sí, encargamos unas mascarillas para el equipo y usamos los guantes que ya teníamos en Casco. Tuvimos que comprar vasos de plástico y envases para dar la comida y estaba todo cerrado... Fue un desastre monumental. Pero empezamos a probar sistemas y, al final, está funcionando bien. Nos costó mucho que la gente no viniese toda junta. No se querían echar el gel... Fue una lucha pero, al final, lo conseguimos. Pusimos mesas separadas para que se beban el café y, cuando acaban y se toman la medicación, se van.

¿Y ahora tienen medios ya?

Los tenemos desde el sábado, que nos mandó el Concello 22 máscaras de las que tapan la cara. Hasta entonces, los que habíamos podido conseguir nosotros.

Tiene que ser un poco chocante ver el punto de calor sin el ir y venir de siempre.

Sí, pero hay mucha gente igual, por ejemplo, el Concello nos manda antes a los usuarios que van a ingresar en el polideportivo para ducharlos y que entren limpios y con ropa, porque hay personas sin hogar que no tienen ni ropa. Están siendo momentos complicados, llegamos a pagar un paquete de guantes a 19,60 euros. Esta semana, ya nos llamaron de Política Social para preguntarnos qué necesitamos, así que, se ve que ha empezado a llegar material.