A Luis Piedrahita le gusta imaginar palabras que nombren la realidad que vivimos y, en este confinamiento, se le ha ocurrido "cuarentrena". Un 90% cuarentena, un 5% cárcel y el otro 5%, tiempo para pensar. El mago y cómico coruñés vive el estado de alarma a medio camino entre su casa y el plató del programa El Hormiguero, el formato de entretenimiento que es casi como un servicio mínimo en los salones de las casas, sobre todo en las que hay niños, en estos días de encierro forzado.

"Cuando arrancó esta situación de catástrofe, yo veía que todo el mundo, todos los sanitarios, los enfermeros, las enfermeras, la gente de suministros... Todo el mundo servía para algo excepto yo. Yo me di cuenta de que, en situación de catástrofe, soy completamente inútil, doy sombra en verano, calor en invierno y poco más", reconoce Piedrahita. Fue entonces, cuando su pareja le sacó esa idea de la cabeza. Le dijo que no, que él podría valer para mucho y le propuso meterse, una vez más, en los salones de las casas, pero, esta vez, a través de las manos de otros.

"Hay niños pequeños encerrados en casas con padres y madres que ya no saben qué hacer para entretenerlos que, a estas alturas, ya deben de estar subiéndose por las paredes, masticando los tresillos, cavando pequeñas madrigueras en pisos de 45 metros cuadrados", le dijo su pareja para animarlo a que explicase pequeños juegos de magia, sencillos, que los mayores pudiesen replicar para hacerles un poco más llevadero este encierro.

Fue entonces, cuando Piedrahita se lanzó a explicar estos pequeños trucos con objetos cotidianos „esos que tan bien conoce y que se han convertido también en parte de su imaginario en los monólogos„ y a compartirlos en sus redes sociales ( @PiedrahitaLuis, tanto en Facebook como en Instagram).

"Los hago con cosas sencillas, con servilletas, bastoncillos de los oídos, palillos, con lápices... Unas cerillas es lo más raro que he pedido, porque ahora en las casas hay vitrocerámicas", relata y asegura que están "funcionando muy bien, no solo porque tengan visitas y sus seguidores se animen a probarlos, sino porque comparten con él ese momento en el que se lanzan a los trucos ante su pequeña audiencia.

"Hay como unos quince juegos subidos, así que, hay padres que pueden hacer ya su propio espectáculo de magia y presentarse a Got Talent cuando les apetezca", bromea Piedrahita, aunque, eso sí, recomienda ensayar ante el espejo varias veces antes de plantarse delante del público con una caja de cerillas escondida bajo la manga con una goma, para cerciorarse de que serán capaces de crear la fantasía de que los fósforos aparecen y desaparecen a su voluntad.

No quedan muchas horas libres en la casa de Luis Piedrahita para retomar proyectos aparcados o para dar un impulso a ideas en estado embrionario porque, en este periodo de alerta sanitaria, su trabajo no ha descendido, aunque ya no pueda subirse a un escenario. Antes de que coronavirus se convirtiese en la palabra más usada de nuestro día a día, Piedrahita iba a El Hormiguero dos veces al mes, ahora lo hace dos veces por semana, así que, forma parte de ese equipo muy reducido con el que, cada noche, Pablo Motos sale al plató.

"Se ha formado un equipo de guerra para hacer una hora de entretenimiento en televisión, que no sea para hablar de lo mismo. Uno de los temas que aportan más irrealidad a toda esta situación es que, en los medios de comunicación, solo se esté hablando de coronavirus, de cifras de muertos, de infectados, curados y resucitados... Cifras y cifras... El hecho de que haya un pequeño oasis en el que se habla de otra cosa es como ver las ruinas de lo que había antes. Antes había El Hormiguero todos los días y eso no lo podemos quitar", confiesa Piedrahita, que asegura que solo durante el directo se quitan la mascarilla y los guantes, y que todo el tiempo de ensayos y preparación del show se realiza con las mayores medidas de seguridad. También ha doblado su presencia en la radio, antes acudía al estudio una vez por semana, ahora, entra con su sección dos veces, pero lo hace ya desde su casa.

"Hay que cambiar fechas, devolver entradas... Eso lleva también mucho tiempo", reconoce Piedrahita, aunque siempre queda un ratito, como antes de que todo el mundo se quedase en casa para "leer los fines de semana", para ver películas y series. Ahora, en su menú de Netflix está Tiger King, que le ha "gustado mucho".

En su cuaderno de echar de menos, Piedrahita anota ir en bicicleta por Madrid, pasear, pero también, ponerse a la cola en una pastelería y pensar en qué se va a llevar y ese pequeño sufrimiento de ver que su elección ha sido la misma que la de alguien delante en la cola.

"Empiezo a echar de menos cosas que antes odiaba de la gente. Yo odiaba estar en una cafetería o en una pastelería, en la cola de la panadería y echarle el ojo a una napolitana de chocolate y pensar: 'me voy a pillar esa napolitana de chocolate' y ver cómo los que están delante se la están rifando, pero piden un curasán... Y la señora que está delante de ti dice: 'Pues me voy a pedir esa napolitana que no quiere nadie' y tú quieres morirte y arrastrar al infierno a esa señora que se ha llevado tu napolitana de chocolate. Eso lo echo de menos y ahora pagaría por que una señora se llevase mi napolitana de chocolate y tener que elegir una de crema, que no me gusta nada", confiesa.

Para pasar estos días de confinamiento, Piedrahita no tiene unos libros o unas películas más apropiadas que otras. "Yo recomiendo los libros de siempre, pero a lo mejor digo Italo Calvino y tienes el cuerpo más para un Tambor de hojalata... Que son lecturas maravillosas las dos, pero recomendar así en general y acertar es como disparar al aire y esperar que caiga un pato", bromea.