Un decreto del concejal de Urbanismo firmado el pasado día 10 de marzo es por ahora el último capítulo de un conflicto vecinal que enfrenta desde hace 17 años a un vecino del edificio número 108 de la avenida de Os Mallos con la panadería situada bajo su domicilio, que desde 2018 tiene un nuevo gestor, aunque los problemas persisten, ya que son producidos por la maquinaria, que pertenece al propietario del bajo. El decreto ordena el cierre del establecimiento, que aún permanece abierto, a causa del ruido que genera durante las noches el horno en el que se elabora el pan, ya que, pese a los requerimientos municipales, no se han tomado las medidas necesarias.

Este periódico solicitó la versión de los hechos del responsable del establecimiento, pero su representante legal se limitó a asegurar que el local cumple con la normativa tras haber realizado las obras necesarias y no quiso revelar si recurrirá en los tribunales la orden municipal, para lo que tiene un plazo de dos meses, aunque sin que la presentación de esa iniciativa pueda paralizar el cierre del local.

La panadería Alpa lleva en funcionamiento unos cuarenta años, pero fue en 2003 cuando los padres de José Manuel González Soto, el actual ocupante de la vivienda, presentaron la primera queja por el ruido producido por el horno, así como por los olores que emanan del local a través del patio de luces del edificio. Una medición efectuada por la Policía Local en 2007 arrojó un resultado medio de 38,6 decibelios, cuando el máximo permitido en un dormitorio en horario nocturno es de 25. Otras tres mediciones al año siguiente dieron 36,1, 37,8 y 38,7 decibelios, mientras que en 2009 se alcanzaron los 39,2.

"Llega un momento en el que aunque me ponga tapones no puedo dormir y me voy a dormir a casa de mis padres, e incluso a veces me voy a pescar", explica González sobre las molestias que padece en su vivienda a causa del horno de la panadería, que, además, causa un aumento de la temperatura en el cuarto de baño: "He llegado a tener 33 grados", comenta sobre esta situación.

El olor de la harina

A ello hay que sumar que el panadero abre la claraboya existente en el patio de luces y la puerta de la calle para crear corriente, por lo que "si hay alguna ventana abierta de noche llega el olor de la harina", asegura González, quien señala que el panadero "instaló un intercambiador de aire pero no lo usa porque también hace ruido". Un decreto municipal de 2009 obligaba al propietario del local a aislar acústicamente las instalaciones bajo la advertencia de precintarlas el día 15 de abril de ese año, pero la panadería continuó su actividad y los residentes en la vivienda situada sobre ella soportando las molestias.

En agosto de 2018 la panadería cambió de titular tras la jubilación del anterior y los problemas se reprodujeron, por lo que González volvió a reclamar la presencia de la Policía Local, que en marzo de 2019 registró un ruido de 34 y 38 decibelios y lo atribuyó al "deficiente funcionamiento del horno y motor del mismo de la panadería ubicada en el bajo de la edificación". En mayo el Concello dio al empresario el plazo de un mes para corregir esa situación y le ordenaba que, de forma provisional, cesase su actividad entre las 23.00 y las 07.00 horas, aunque la panadería en ningún momento interrumpió su trabajo.

Ese mismo mes, el panadero presentó un escrito en el que aseguraba haber realizado las obras necesarias, pero el Concello le reclamó más documentación que no aportó pese a haberle dado un nuevo plazo para entregarla. Cuando en septiembre se le notificó que el local debía cerrar, recurrió esa orden argumentando que había hecho "los ajustes necesarios para corregir las deficiencias detectadas y que el piso 1º derecha está desocupado". La Policía Local realizó nuevas pruebas de ruido el 31 de octubre que dieron como resultado 33 decibelios por el "funcionamiento del horno", según el informe policial, y 37 decibelios "del horno y el extractor funcionando a la vez". Un informe del ingeniero municipal del mes siguiente reflejó que el ruido estaba originado por el "deficiente funcionamiento del horno y el extractor", por lo que reclamaba que se efectuaran las correcciones necesarias.

Tras estos informes, el 3 de diciembre el Concello decretó el cierre de la panadería, pero el empresario presentó un recurso en el que reiteró haber realizado las obras precisas y que el local, además de para la elaboración del pan, sirve para venderlo, por lo que con esa decisión tanto su familia como un empleado quedarían sin ingresos. También solicitó una nueva medición, pero la administración municipal desestimó su recurso y ordenó de nuevo el cese de la actividad del establecimiento, que en estos momentos permanece aún abierto.