Camilo Núñez Feitoo llegó a A Coruña hace un año, en su maleta traía pocas cosas, después de dejar Venezuela, pero sí más de treinta años de experiencia como médico estomatólogo. Unos estudios que, al llegar aquí, no le valían de mucho pero que, ahora como siempre, pone a disposición de sus convecinos para intentar frenar el avance del coronavirus.

"Yo soy un médico cubano graduado en 1983 en Medicina y, después, hice Estomatología. Hace muchos años salí de Cuba, me instalé en Venezuela y allí hice mi vida, me fue muy mal en los últimos años y me vine a España, a A Coruña", explica el doctor Núñez Feitoo.

En la ciudad le esperaba su cuñado, que se había mudado 25 años atrás. Al llegar, se encontró con la realidad de que, a pesar de todos sus años de experiencia, no podía ejercer libremente su profesión porque su título no estaba homologado.

"Aquí se necesita un curso para todo. Opté por hacer muchas cosas, pero, a cualquier sitio que llegaba, me pedían el currículum y cursos. Al principio, iba a trabajar en una compañía para limpiar vidrieras y me preguntaron si tenía cursos sobre eso y les dije que no, que lo único que había hecho en toda mi vida había sido trabajar como médico. Al tiempo encontré empleo como cocinero y también me fue mal pero, después, llegué a Casa Germán, donde la señora Montse me recibió muy bien", explica el doctor Camilo Núñez.

Fue aquí, en el restaurante, cuando su suerte empezó a cambiar. "Estaba trabajando de camarero cuando conocí a la doctora Belén Iglesias [la encargada de poner en marcha el albergue instalado en el pabellón de Riazor]. Se me saltaron las lágrimas al hablar con una compañera. No sabíamos que iba a llegar esta crisis", reconoce. Para entonces, tenía trabajo, aunque siguiese echando de menos atender a comensales en lugar de a pacientes. Pero llegó el coronavirus y el restaurante cerró sus puertas y Camilo se tuvo que marchar a casa, con la impotencia de saber que tiene los conocimientos necesarios para poder ayudar en esta crisis sanitaria, aunque le falte la homologación.

Vivió con gran emoción el día en el que se publicó la información de que el Gobierno daría autorización de trabajo a inmigrantes que tuviesen formación sanitaria, aunque, pasadas ya casi dos semanas, todavía no ha tenido noticias de su incorporación a los equipos de apoyo. Por ahora, su única manera de ayudar es quedarse en casa, intentar frenar el contagio del virus evitando el contacto con los demás, aunque le gustaría llevar, de nuevo, su bata blanca.

La ONG Cáritas, sí que se puso en contacto con él para ver si estaría dispuesto a acudir a una residencia de ancianos en el área metropolitana en la que hay personas que están ya infectadas y que necesitan cuidados. Pero sigue esperando todavía a que le digan qué tiene que hacer para reincorporarse a la labor sanitaria.

"Yo quiero ayudar porque, cuando me gradué, juré hacerlo", resume el doctor Núñez Feitoo, que nunca ha entendido por qué no pueden los sanitarios ejercer en cualquier lugar del mundo, sobre todo, durante una situación de pandemia como la actual.