Para Augusto Pérez-Cepeda, decano del Colegio de Abogados de A Coruña, el confinamiento tiene una cosa buena, o, al menos, no tan mala: su despacho, situado en la calle Rosalía de Castro, está "muy cerquita de casa", por lo que solo tiene que recorrer unos metros. Solo acude por las mañanas, pues por las tardes avanza trabajo desde casa. Y otra cosa no tan buena: hasta ahora ha realizado todas las reuniones, trámites y consultas que ha tenido que hacer de manera telemática, "lo que me ha provocado bastantes quebraderos de cabeza" dice entre risas, ya que "no soy una persona de la generación que maneja estas cosas". Pero la necesidad agudiza el ingenio, y va acostumbrándose a realizar reuniones por videoconferencia. "En esas estamos", resume el veterano abogado.

El estado de emergencia no supone unas vacaciones para Pérez-Cepeda, que está en el turno de la especialidad de Derecho Administrativo, y aunque no se dedica "plenamente al Penal" tiene que ir al despacho "por si llega alguna cosa que me pueda obligar a intervenir". En plena suspensión de actividades por la crisis del coronavirus, los abogados son un servicio esencial, y, aunque la mayoría de los juzgados y de la actividad está paralizada, siguen activos los turnos de oficio y necesitan acudir a guardias y asistencias.

La pandemia sí que genera para el conjunto de los profesionales del Derecho un problema económico, pues la mayoría de los juzgados están cerrados y los procesos paralizados, pero siguen llegando cuotas, cotizaciones y gastos. Para adaptarse a la crisis, el Colegio de Abogados ha acordado reducir a la mitad el pago de las cuotas del mes de abril y adelantar el pago del turno de oficio, además de buscar soluciones económicas para unos profesionales que muchas veces han visto reducidos sus ingresos de forma brusca.

Otra de las preocupaciones es la seguridad y buscar formas de minimizar los contagios de los profesionales. "Desde el Colegio le decimos a los abogados que pueden hacerlo todo por medio de videoconferencia" señala Pérez-Cepeda, después de ponerse en contacto con la Xunta para ver si era posible.

¿Y qué ocurre con el encierro forzoso, un infierno para muchos? "Aguantar en casa tanto tiempo es algo que llevo bastante bien por una sencilla razón: relleno el tiempo a base de lecturas", señala el decano, no solo escritos de carácter técnico, sino "cualquier tipo de cosas", pues se considera un lector ávido.

También reflexiona sobre la situación, que considera "absolutamente extraña, un supuesto inimaginable", que, según señala, solo se había planteado por algunas películas y por algunas disposiciones, recuerdos vagos "casi de la carrera" cuando había que prepararse el Código Civil. En los artículos 701 a 703 de este, cuya primera edición data del año 1889, se señala que en caso de epidemia puede otorgarse testamento, sin intervención de notario, ante tres testigos mayores de 16 años.

Esta prevención decimonónica, redactada en un tiempo en el que las epidemias eran frecuentes, le viene a la mente en estos tiempos que "vivo con perplejidad". Según relata, estos días circula un chiste viral en los grupos de abogados, que señala que en los últimos tiempos ya se han visto casos contemplados en la legislación que se consideraban curiosidades y anacronismos y que "solo nos queda lo del enjambre de abejas".

Para los que no sean del ámbito del Derecho, la explicación del chiste: en el artículo 609 del Código Civil figura que "el propietario de un enjambre de abejas tendrá derecho a perseguirlo sobre el fundo ajeno, indemnizando al poseedor de éste el daño causado".

¿Y cuál puede ser la consecuencia positiva de esta crisis, si puede haber alguna? "Hemos caído de la burra", es la respuesta de Agusto Pérez-Cepeda. La nuestra es una sociedad que pensaba que ya "había superado estos males". Al verse ante una situación que "no cabía en nuestras cabezas", ha recibido "una cierta dosis de humildad que nos va a venir muy bien", al ver que "no somos tan invencibles como nos creíamos".