Los cafés cremosos, la tortilla y los bocatines de calamares eran los mejores atractivos de El Tabique en su icónica esquina en la calle San Vicente de Paul. Su propietaria, María del Valle, iba "tirando" con la caja, e incluso se atrevió hace unos meses a acometer las obras para renovar el aspecto del bar. Las reformas le dieron un mordisco a esos ahorros que hoy tanta falta le hacen para afrontar el Covid-19. Cuando se decretó el estado de alarma a mediados del mes pasado, la dueña vio con estupor cómo desaparecía su única fuente de ingresos, y comenzó un periplo en el que lo peor, asegura, es "la incertidumbre".

A sus gastos de la vida diaria se suman los de una cuota de autónomos que no se ha suprimido, y que le pasaron el 1 de abril "como si hubiera trabajado todo el mes". "Tuve que pagarlo el primer día, y también la Seguridad Social de mi empleada. Pensé que no lo iban a cobrar, pero sí", cuenta. El arrendatario de su local le dio algo de aire al no pedirle el alquiler de marzo, pero duda de que la suerte se repita. "No creo que vuelva a pasar, porque no sé cómo está el dueño económicamente. Tampoco me ha venido aún la factura de la luz, pero ahora la tendré que pagar", dice.

Para hacer frente a la situación, su cuenta corriente está siendo su mejor aliada. Asegura que si no fuera por sus ahorros se vería "en blanco" y "sin saber qué hacer", como les ocurre a muchos otros autónomos de su barrio. Dice Valle que "en Monte Alto mucha gente vive al día, y no puede permitirse guardar dinero porque nos queman a facturas". Ella es una de las pocas afortunadas que maneja cierta solvencia, aunque limitada, porque, calcula, solo podrá "aguantar un mes más" así.

Mientras en el banco bajan las cifras, la preocupación hace mella en la dueña. "Piensas en si vas a poder pagar, en lo que se te viene encima... La gente se va a endeudar, y lo peor es que no puedes ir a buscarte la vida por otro lado, porque estás encerrada en tu piso", lamenta. Al suyo fueron a parar todas esas tapas con las que ya no deleita en el mostrador, y que los vecinos pedían para pasar mejor el día. Valle no cree que vuelva a verlos pronto, incluso aunque pueda abrir las puertas, porque la sombra del Covid es muy alargada.

"No sé si vamos a poder tener el aforo normal, y la gente va a estar muy reacia a entrar en los bares. Mucha no va a tener dinero, así que cuando volvamos tendremos que pagar todo pero sin hacer la misma caja", augura. Valle tendrá que volver a comprar la mercancía, y pagar el sueldo de su trabajadora, a la que tuvo que hacer un ERTE. También la propietaria se dio de baja, y continúa esperando los cerca de 600 euros que deberían darle como prestación extraordinaria por el cese de su actividad, pero confiesa que no sabe cuándo podrá contar con ellos.

La ayuda, opina, es incluso con ese salvavidas, insuficiente. La hostelera pide que se libere a los autónomos de sus gastos, porque una de las medidas implementadas, pedir un crédito a través del ICO (Instituto de Crédito Oficial), "no es tan fácil y te cobran intereses". Las actuaciones tendrían que comenzar ahora, dice, pero prolongarse en el tiempo. "Sé que no es sencillo, sino difícil de gestionar. Pero, si no se hace, esto no va a sostenerse", sentencia la dueña.