A la dificultad para contener el virus se ha sumado el inconveniente de interpretar sus cifras. No hay que ser ingenuos, quizás lo segundo tenga que ver con lo primero y ambos asuntos permanezcan estrechamente relacionados con el caos. Sanidad se ha perdido en el cálculo de los contagios y de los muertos, que inicialmente iban a ser un puñado de casos según Simón, ese personaje de semblante generalmente cariacontecido y abrumado por las circunstancias que comparece en la televisión para admitir que una vez más se ha equivocado sin tener que decirlo. A veces, como estos días, lo hace con Duque forzando una sonrisa, como las grandes parejas de cómicos, para entretener a los niños. Un hombre y su rostro es un poco como si estuvieran devorándose mutuamente sin cesar, decía Henri Michaux.

Simon ha decidido que la verdad no rompa la "estabilidad estadística" y por ese motivo tampoco es partidario de los datos sobre el virus "sospechosos" que aportan las comunidades autónomas. Según explicó tienen más interés a nivel local que nacional. Es decir, a partir de ahora puede haber contagiados y muertos con una dimensión provincial y otros, digamos, más globales que son los que realmente interesan para no desestabilizar el escrutinio.

Se está empleando mucho la palabra "desescalada" para referirse a la nueva fase de la pandemia y la llamada vuelta a la "normalidad". Pero tan pronto nos dicen que la iniciamos como que estamos aún lejos de ella. Las palabras, aunque acojonan menos, confunden tanto como las cifras descuadradas del Ministerio de Sanidad. Pedro Sánchez habló de la "desescalada" refiriéndose al 9 de mayo para expresar su deseo de prorrogar el confinamiento. Tras un mes largo de estado de alarma dijo que a partir de ahora no habrá uno solo sino varios distintos, lo cual de la forma en que se interprete contribuirá a alarmarnos aún más anímicamente, algo que siempre es posible sobremanera teniendo el gobierno que tenemos.