La rutina y el estrés del día a día obligan a posponer muchos planes, sueños y aspiraciones. Muchos han aprovechado el confinamiento para hacer realidad esas cuentas pendientes del pasado: ese libro abandonado en la mesilla, ese idioma que quedó a medias o esa pared que hacía tiempo que estaba pidiendo una mano de pintura. Carlos Vélez, diseñador barcelonés residente en A Coruña, ha decidido ir un paso más allá. De pequeño soñaba, como cualquiera, con tener su propia casa en el árbol, y hoy, muchos años después, ha hecho realidad esa aspiración para su hija de dos años. Y lo ha hecho a lo grande.

"Se nos fue un poco de las manos", ríe Carlos Vélez al pensar en las dimensiones que está cobrando ese proyecto del confinamiento, ideado inicialmente para combatir la angustia con respecto al futuro que inevitablemente deja la situación. "Soy autónomo, y con el estado de alarma tuve que dejar de trabajar. Empecé con la casita por aburrimiento y para no pensar mucho", explica. El proyecto inicial se fue haciendo, de este modo, más ambicioso conforme iban pasando los días y al asumir que, probablemente, la situación se alargaría.

Con los materiales que iba encontrando en la vivienda de sus suegros, donde se está erigiendo la obra, Carlos Vélez se afana en el pequeño palacio que su hija podrá disfrutar muchos años. Y no solo ella. "Creo que ambos podremos disfrutar de él, siempre llevas un niño dentro", confirma.

Con la pequeña como capataz de obras, la abuela como supervisora y el abuelo como ayudante entregado, Carlos Vélez ha ido construyendo desde los cimientos un centro de juegos que dista mucho de la imagen que a priori se pueda tener de las casitas del árbol que nos muestran las películas. Ahora, la prioridad es construir un interior a medida que la pequeña pueda sentir como un hogar confortable con el paso del tiempo, pensado para un futuro no muy lejano. "Ahora es muy pequeña, pero la idea es que pueda traer aquí a los amigos, que la sienta como suya, que guarde lo que quiera, que la decore como quiera", explica el padre.

Pese a la incertidumbre laboral que ha traído consigo el estado de alarma, para la familia esta es la nota positiva que pueden sacar, sin duda, de esta situación sin precedentes. Saben que es probable que no vuelva a darse una conjunción de factores que reúna el tiempo y la energía necesaria para emprender un proyecto así, por lo que aprovechar la coyuntura no ha podido ser mejor decisión: "Era el momento de poner en práctica cosas que sabía que podía hacer pero que nunca me había parado, el día a día te empuja y no puedes dedicar tiempo a hacer algo así".