Alejandro Bocija es coruñés de nacimiento, pero neoyorquino de adopción. Tenía solo 15 años cuando su vida cambió para siempre. Fue un 31 de octubre de 2012: mientras el huracán Sandy azotaba la ciudad de Nueva York, Alejandro tenía un accidente de coche que le dejaba paralizado de pecho para abajo y daba un vuelco definitivo a sus preconceptos. Ahora, con 22 y establecido definitivamente en la ciudad de los espejos, estudia negocios y economía, ha fundado su propia empresa y no deja de reinventarse. Tampoco de luchar por eliminar las trabas que todavía pueda encontrar en el camino.

Desde su cuenta de Tik Tok, donde acumula más de 62.000 seguidores, ha iniciado una petición que reclama a las aerolíneas un sitio para las sillas de ruedas en los aviones. Una determinación que tomó tras vivir en propias carnes una experiencia nada agradable y que supuso serias consecuencias para su salud, que se prolongaron hasta pasado un año desde el percance.

"La última vez que fui a España a ver a mi familia, me dieron un golpe bastante fuerte en la espalda al pasarme de la silla al asiento, durante un año entero tuve problemas de hiperhidrosis a raíz de eso", explica el joven.

Una coyuntura que le afecta especialmente ya que, pese a residir en Estados Unidos con su madre, el resto de la familia sigue en A Coruña, y eliminar las visitas no es una opción.

Son ocho horas de vuelo oceánico que se convierten en un infierno al tener que separarse de su silla y ocupar una butaca común, un proceso peligroso muchas veces agravado debido al hecho de que el personal encargado de acomodarle en su asiento suele carecer de formación para realizar una movilización segura.

"Te sacan de tu silla, te pasan a otra muy estrecha y pequeña y te transfieren al asiento que te toca, parece que te cogen igual que a las maletas", señala.

Tiene la suerte, asegura, de poder asumir el coste de una butaca de primera clase que le proporciona más espacio y le permite reclinar el respaldo, lo que no supone una solución más allá de solventar parcialmente la incomodidad de los trayectos largos.

"Mido 1,85 y no puedo mantener el equilibrio, en mi silla tengo unos laterales hechos a mi medida, el respaldo recoge la espalda y se puede reclinar, tiene cinturón?" enumera. Una conjunción de factores que evidencia hasta qué punto cambiaría la calidad de sus vuelos de poder realizarlos sentado sobre su propia silla.

Desde entonces, investiga el método para hacerlo posible. No está solo en su reclamo: La organización All Wheels Up, puesta en marcha por una madre estadounidense tras un aparatoso viaje con su hija con problemas de movilidad, realiza pruebas de métodos de amarre de sillas de ruedas en aviones comerciales para demostrar que la accesibilidad es factible. "No es que no se haga porque no sea seguro, sino porque costaría tiempo, dinero y trabajo", añade el joven.

Teme que, si las condiciones de vuelo para las personas con movilidad reducida no cambian, llegue el día en el que él mismo decline la opción de viajar para no poner en peligro su integridad. Afirma que es algo que, posiblemente, ya esté ocurriendo a personas con menos posibles que él y, quizá, con menos motivaciones para cruzar el charco. "Yo acabo con los músculos tensos, heridas en la piel? pero hay gente que lo tiene peor, que es más pesada o que tiene escoliosis o espasmos, que prefiere no viajar directamente", denuncia.

Aunque desistir en su reclamo no es una opción, Alejandro Bocija ha sabido ver oportunidad en el infortunio. De aquel percance en el vuelo que un año atrás le acarreó tantas molestias nació Coropilo, su propia compañía. A punto de salir al mercado, promete incrementar en gran medida el bienestar y el descanso de las personas que, como él, "no pueden dar la vuelta a la almohada por la noche".

Durante aquel año de hiperhidrosis en el que las sudoraciones nocturnas llegaron a convertirse en un auténtico problema, la idea de desarrollar un cojín con temperatura regulable con la propia voz se asentó en su cabeza.

"Me puse en contacto con un equipo de ingenieros y estamos en ello. La almohada se va a poder calentar y enfriar, será útil a gente con diversidad funcional, o que viva en países muy fríos o muy cálidos", revela Bocija. Pese a que la crisis del coronavirus ha ralentizado el proceso, cuenta con tener el proyecto listo antes de que finalice el año.

En ello empleará todos sus esfuerzos y capacidades, que no son pocas. Es parte de un camino de resiliencia y aplomo. "Tengo suerte de poder haber hecho tantas cosas y haber llegado a donde estoy. Nueva York te da muchas oportunidades, es una ciudad increíblemente accesible".