A Alberto Pérez la cuarentena le está haciendo larga. A sus 16 años, no lleva nada bien el haber tenido que estar dos meses encerrado en su casa, sin más respiro que el de sacar a la perra al portal de vez en cuando. Reconoce que su humor ha ido decayendo conforme avanzaba el confinamiento, y que, aunque empezó con ganas, las últimas semanas no han sido fáciles.

"Al principio estaba normal, en Semana Santa me dio un bajón y no tenía ganas de hacer nada, llega un punto en el que es muy agobiante", explica Alberto, acostumbrado hasta entonces a llevar una vida activa. Con un pie en primero de Bachillerato, su situación se complicó más debido a la confusión reinante con respecto al devenir académico, y las dudas que tanto alumnos como profesores tienen acerca de cómo proceder con la finalización del curso.

"Hay profesores que dan materia nueva, otros que parece que te hacen un favor, otros que se preocupan muchísimo y otros que pasan", enumera el joven, que, según afirma, ha llegado a experimentar en algunas ocasiones picos de ansiedad durante el encierro.

Pese a ello, entiende que las cosas no podrían haber sido de otra manera. "Claro que querría haber salido antes, pero no hay que ser egoístas, los jóvenes tenemos más posibilidades de ser portadores asintomáticos", apunta.

El anuncio de que a partir de mañana se flexibilizarán las condiciones y podrá salir a practicar deporte no pudo traer mejores noticias. El joven, que practica parkour y reside en Bastiagueiro, tiene claro su primer movimiento: "Lo primero que haré será ir a la playa a hacer mortales", promete.