Mari Carmen López Canosa lleva 41 años sin moverse de su puesto de carnicería del mercado de San Agustín, al que ha podido volver hace algo más de dos semanas después de permanecer cerrado un mes. Como le gusta decir, ha pasado por la crisis de la enfermedad de las vacas locas, por la gripe aviar, por la crisis económica que estalló en 2008 y ahora se dispone a convivir con las secuelas de la pandemia del Covid-19. "No tengo ni idea de lo que va a pasar estos meses", dice sin detenerse a desentrañar el futuro más inmediato. "Me conformo con aguantar hasta que me jubile, y me faltan tres años". Desde la reapertura de su puesto, cuenta, "ha venido muy poca gente" y cree que si ahora hay medidas de seguridad para evitar acumulación de personas y riesgos de contagios, "posiblemente sea beneficioso" para la actividad del mercado. Si tira de memoria, esta placera veterana presume de haber tenido siempre "buen producto y buena clientela". "Hasta 2011 vendía muy bien, luego los mercados se vinieron un poco abajo y hoy no es como antes", dice.