Los viandantes que pasearan estos días por la plaza de la Palloza verían algunos banderines en el césped. No era un campo de golf en miniatura, sino un vecino que se había dedicado a colocarlos junto a los excrementos de can. Por un lado se puede leer: No es una m... de perro; por el otro, Es una m... de dueño. No podemos menos que simpatizar con el anónimo coruñés que se gastó los cuartos y el tiempo en fabricarlas y colocarlas: si ya es bastante incívico no preocuparse por las deposiciones de la mascota en tiempos normales, menos en una cuarentena en la que fue una de las pocas excusas para salir.