A José María, la apertura del Zara de Juan Flórez lo sorprendió con unos regalos del Día de la Madre que no se ajustaban a lo que quería, así que, pidió cita por teléfono y, a las 13.30 horas, estaba en la puerta de la tienda, con sus bolsas y la idea en mente de cambiar de talla una pieza y también de "echar un vistazo" por si conseguía algo que le ayudase a "arreglar" el entuerto. "No me corre prisa, pero así ya aprovecho", decía ayer.

La firma no permite que haya más de cuatro clientes a la vez, así que, da cita telefónica en tramos de 30 minutos, a los que quieran visitar la tienda, aunque con medidas de seguridad y sanidad impuestas por el Estado para evitar el contagio del coronavirus. Cada uno de los clientes está atendido por un dependiente, que le acompaña durante toda su estancia en el local, guardando la distancia de seguridad. Los probadores se desinfectan cada vez que alguien los usa, así como las prendas que los usuarios se prueben pero no se lleven a casa, que no vuelven a la estantería hasta que están higienizados. También se limpian las superficies que tocan los clientes. Este Zara y el Oysho de la plaza de Lugo, como tienen menos de 400 metros cuadrados, abrieron ayer sus puertas. Le seguirán en la ciudad más tiendas de otras marcas de la firma, como Pull&Bear. Serán los nuevos decretos los que marquen en qué condiciones podrán hacerlo durante las próximas semanas.

Diana, con sus guantes y su mascarilla, esperaba ayer en la puerta para hacer una devolución, llamó por la mañana a la tienda y recibió cita para un poco después. Quería hacer solo una devolución. Ana María iba a hacer la compra por internet pero, finalmente, decidió bajar a la tienda para comprobar si tenían la camisa que le gusta y, así, "evitar que lo lleve un mensajero". Ana, también con guantes y mascarilla, quería hacer solo una devolución y "rápido", para ver qué hay en las perchas esperará a la próxima semana. Muchos peatones interrumpían ayer su ir y venir diario para preguntar si podían pasar, si se les permitía, como habían hecho tantas veces, entrar en la tienda para echar un vistazo. Enseguida les sorprendía la puerta cerrada y el cartel que les anunciaba que podrían hacerlo, pero solo si pedían cita.