El sonido del mar y los gritos en la lonja cuando el sol aún no ha despuntado pueden resultar exóticos para unos, pero para otros, como para Mónica Pereira, son la canción de cuna que la arrullaba en casa. "Mi madre ha estado 45 años en el puerto. Solía vender pescado allí, en las puertas del muelle. Mi socio Pedro Montreal y yo llevamos 14 años", dice la propietaria de Pescados Loureda. Como segunda generación con sal en sangre, la profesional quiso dar un paso más cuando asumió el negocio, y comenzó a repartir producto "limpio y en filetes" a colegios y grandes empresas. La apuesta funcionó hasta la irrupción del coronavirus, que cerró como fichas de dominó todo su mercado, y la obligó a buscar, de nuevo, una vía con la que reconvertirse y mantenerse a flote.

La clave la encontró en el puerta a puerta, y en llevar esa idea de la lonja a casa a una realidad que hasta entonces no había contemplado. Ante la crisis la empresaria cargó sus camiones, llenó el tanque de gasolina, y se lanzó al reparto por carretera, entregando el producto que cada día compraba en el puerto. Dice que "al principio fue un shock", porque "todo se hundía y cogí mucho miedo". Ahora, un mes y medio después, ya no valora dejarlo. "Hubo un boca-oreja y ha sido un boom. La semana pasada, por ejemplo, contabilicé 103 pedidos", señala la responsable.

La pescadería presta servicio tanto en la ciudad de A Coruña como en el área metropolitana, a través de un método especialmente popular estos días: el WhatsApp. El negocio ha habilitado una lista de difusión a la que los clientes pueden sumarse contactando con el 647 907 974, y en la que cuelgan cada mañana los productos con los que se han hecho en la subasta. Como en una pescadería virtual, los usuarios hacen sus pedidos, sobre todo "meigas, merluzas y lirios", los pescados más demandados. En la lonja, sin embargo, compran de todo, "desde choupas a rodaballo salvaje", decididos a ofrecer "género para todos los bolsillos".

"Hay mucha páginas online, pero son de ejemplares muy caros, y con un precio mínimo muy alto. El nuestro es de 30 euros, y tenemos una política de pescado sostenible, que respeta las tallas y es gallego", explica Pereira. La empresaria se muestra feliz de que el público aprecie el servicio, y de que quiera "seguir con él aunque ahora el confinamiento sea más suave". Y es que, defiende, acabar en el supermercado es más una cuestión de tiempo que de preferencia. "Mucha gente trabaja y no puede ir a la plaza a comprar, pero sabe que hay diferencia. Supongo que algunos volverán a esas pescaderías, pero otros se quedarán con nosotros", augura la dueña.

Por ahora, son cerca de 450 las personas que reciben cada día en su móvil los avisos del establecimiento. El local también cuelga en el grupo las recetas que sus clientes les envían, para "dar una ayudita a la hora de comer, además de hacer la compra". Después cuatro repartidores salen a recorrer las calles, cargados de productos e incluso de algún que otro pedido especial. "Si un consumidor quiere algo en concreto, nos llama y nosotros hacemos de compradores suyos en la lonja. Lo importante es que se consuma producto de aquí, que va a hacer mucha falta".

La propietaria de Pescados Loureda espera llevar su proyecto "a lo más alto", y recuperarse así del revés que ha supuesto la pandemia. No ha olvidado que el coronavirus le puso en un aprieto, y le obligó a prescindir de parte de una plantilla a la que le gustaría volver a contratar. "Regresar a la normalidad", sin embargo, "va a ser complicado", y el camino de las nuevas tecnologías es el que parece ahora más luminoso. El negocio quiere adelantarse, y prepara por ello una página web - www.louredaencasa.com-, en la que permitirá realizar la compra en línea.

El portal estará listo "en dos o tres semanas", y cambiará cada día su catálogo para adaptarse a las capturas de los marineros. El establecimiento espera llegar a dar servicio a toda la península, y baraja incluir en el futuro el reparto al usuario en su propia empresa.