Frente a los hosteleros que se saltan las normas, están los que se encuentran con la resistencia de los clientes para cumplirlas. Fue el caso del Central Park, que el lunes abrió sus puertas con el protocolo en regla escrito para los usuarios en carteles. Aunque la mayoría no conocía las medidas de aguardar entre servicios y no introducirse en el local, "la mañana se fue desarrollando en calma". Los problemas llegaron por la noche, cuando los que habían consumido alcohol empezaron a infringir las instrucciones. "Cogieron las sillas y comenzaron a juntarse. El encargado me llamó desesperado por el caos y tuve que bajar para desalojar la terraza", cuenta el administrador, Pablo Gómez. Tanto el Central Park como otro local que gestiona, el Roots Urban Food, permanecen cerrados desde ayer al mediodía. "Por ahora es indefinido, porque no me perdonaría que un empleado se contagiara. La Policía trabaja a destajo, pero haría falta conciencia social", apunta.