El catedrático Fermín Navarrina lidera un proyecto de investigación sobre el Covid-19 de la Escuela de Caminos de la Universidade da Coruña, en una iniciativa elegida por el Instituto de Salud Carlos III para su financiación. El profesor e investigador es cauto, asegura que todavía "hay que estudiarlo con mucho cuidado", pero también es optimista y espera encontrar la vía para "romper la cápsula" que rodea al virus.

¿Cuál es el objetivo del proyecto?

Los virus son seres inertes, formados por una molécula de ARN, muy débil y vulnerable. Si la dejas al aire libre, la luz del sol la destruye. Alrededor de esa molécula hay una cápsula, que se llama cápside, que la protege. En el caso del coronavirus, esa cápsula es de grasa, por eso insisten tanto en que nos lavemos las manos porque el jabón deshace la grasa, y tiene unas proteínas en forma de espinas, como si fuese un erizo, que son las que se adhieren a las paredes de las células sanas y consiguen que se abra una pequeña brecha. Así entra el ARN en las células sanas y las contamina, con lo que la infección continúa. Nuestro objetivo es destruir la cápsula para que la molécula de ARN quede expuesta. Si conseguimos romper esas partículas antes de que infecten a las células sanas, habremos acabado con esa infección. Es una vía de ataque distinta a la tradicional, que es de tipo bioquímico.

¿En qué se diferencian?

En que los bioquímicos pretenden, con los anticuerpos, desarrollar moléculas que se peguen a la cápsula y la bloqueen. Eso es más difícil porque tienes que averiguar cómo tienen que ser esas moléculas y fabricarlas. Llevas más tiempo. A nosotros se nos ocurrió intentar romper esa cápsula de protección.

¿Y cómo se haría?

Con una técnica que utilizamos los ingenieros para todo lo contrario, para que no se rompan las estructuras. Los puentes, presas o edificios tienen frecuencias propias de vibración. Cuando las sometes a una acción oscilante, que va y viene, cuya frecuencia coincida con las frecuencias de vibración propias, ese objeto recibe cada vez más energía y se acaba rompiendo. La imagen mítica es la de un cantante que estalla una copa con su voz, y los terremotos funcionan igual. Lo que procuramos los ingenieros es que las frecuencias de vibración no coincidan con las de terremotos o ráfagas de viento. Un caso muy curioso es el del puente de Tacoma, en Estados Unidos, que se cayó por un viento que no tiró ningún árbol ni tejados. Empezó a vibrar y se rompió. Nosotros queremos identificar las frecuencias de vibración de la cápsula del Covid-19 y, si es viable, fabricar un prototipo que emitiese una onda con esa frecuencia que hiciese vibrar el virus hasta romperlo. Podría ser con un dispositivo de microondas, por ejemplo, como las del horno, el wifi y el teléfono móvil. Estas son inocuas, a nosotros no nos hacen nada, pero sí activan el ordenador o el teléfono. La idea es producir microondas en una frecuencia que destruyan el virus e inocuas para los seres vivos. Podríamos utilizar también ultrasonidos, como los ecógrafos. Pero hay que ser prudentes, no sabemos si es viable. Ningún problema complejo tiene una solución única y sencilla.

¿Qué ocurriría si esas ondas fuesen perjudiciales?

Podrá utilizarse para otras cosas, como desinfectar material sanitario, ropa o residuos biológicos. Por ejemplo, antes de enterrar a una persona fallecida por Covid-19, se podría desinfectar el cadáver. Con un poco de suerte, si la frecuencia no daña a los seres humanos, podríamos pensar en un dispositivo terapéutico. Igual que te hacen una ecografía, te podrían dar un baño de ultrasonidos o microondas para eliminar los virus para no tener la enfermedad o tenerla más debilitada.

¿Sería largo el proceso de fabricación del prototipo?

Estas cosas no son triviales nunca, pero yo creo que no. Todo depende de cuál sea la frecuencia, de cómo responda el virus a esa onda y de qué cantidad hace falta para romperlo o dañarlo. Estamos pensando en atacar el virus con microondas, que se utilizan en móviles y wifi, por lo que eso sabemos fabricarlo. Se puede hacer algo de forma barata y en poco tiempo.

¿Esto abriría la puerta a detener el coronavirus sin una vacuna?

Sí, aunque todavía no sabemos lo que va a pasar y hay que estudiarlo con mucho cuidado. Hay muchas posibilidades. Los virus se adhieren a las células sanas con esas espinas que tienen. Si hacemos que vibren, a lo mejor conseguimos que el virus no se pegue a la pared aunque no lo destruyamos.

Un proyecto, además, que cuenta con el apoyo económico del Instituto de Salud Carlos III. ¿Cree que a muchos les sorprenderá esta unión entre el campo de la ingeniería y el sanitario?

Sí, pero no es tan raro. Hay una titulación que está de moda en Estados Unidos que se llama Ingeniería Biomédica. Es aplicar las técnicas de ingeniería a la salud. La medicina es muy complicada porque no todos respondemos igual a lo mismo, como estamos viendo con el coronavirus, pero los ingenieros intentamos hacer cálculos antes de tomar una decisión. El Instituto Carlos II está acostumbrado a financiar proyectos que presentan hospitales y facultades de Medicina, así que estamos muy agradecidos por la ayuda. Les ha gustado nuestra propuesta y han decidido apostar por ella. El presupuesto es modesto, para contratar dos becarios durante un año y comprar licencias de programas de ordenador.

También los números han estado muy presentes estas semanas, ¿cómo analiza la diferencia entre los datos aportados por los distintos países afectados?

Es muy difícil sacar conclusiones de lo que ha pasado. Mi impresión es que todos los países, por motivos de prestigio y económicos, no dan los datos reales. Hay manipulación de datos por todas partes. No es creíble que algunos países hayan estado tan poco afectados. Ha habido falta de transparencia a nivel global. En España ha habido muchos cambios de criterio y no hay tantos datos como parece, lo que dificulta la toma de decisiones. Es muy difícil hacer comparaciones. También echo en falta la utilización de modelos de cálculo, que no son perfectos y pueden dar resultados con algún error, pero te dan información. No sé qué modelos se utilizan en España para hacer predicciones ni en qué se basaron para aplicar un confinamiento absoluto o para iniciar la desescalada. Aquí hubo un confinamiento muy estricto y en otros países se ha permitido salir a dar un paseo. Me pregunto por qué, creo que eso hay que justificarlo con unos cálculos.