A Coruña cumple dos meses de que se encerró en casa. El domingo 15 de marzo entró en vigor el decreto de alarma que impidió las actividades no esenciales y salir sin motivo. Si unos días atrás la gente todavía abarrotaba los bares, pese a que el primer enfermo coruñés se detectó el 4 de marzo, en la tercera semana del mes apenas abrieron las tiendas de alimentación, los kioscos y algunos sectores considerados esenciales pero que llevaron a propietarios coruñeses a protestar, como las peluquerías.

El primer muerto de la ciudad se produjo el 16 de marzo, y durante el resto del mes las cifras fueron empeorando. Los pequeños comercios esenciales, multiplicando las medidas de prevención, aseguraron el abastecimiento. Los coruñeses tuvieron que aprender nuevas herramientas de teletrabajo, se apuntaron a clases de gimnasia en línea, y empezaron las citas puntuales a las 20.00 horas para aplaudir a los sanitarios e dar ánimo a los vecinos, al tiempo que los más pequeños pegaban arco iris en las ventanas, por la esperanza. Fuera, militares con trajes de protección desinfectaban con lejía estaciones y centros de salud.

Centenares se apuntaron al servicio de voluntarios municipales para ayudar a los más vulnerables, apoyando así a grupos como Protección Civil, los bomberos y las fuerzas policiales. Grupos que, el 26 de marzo, rindieron un homenaje a los sanitarios en el Chuac. También vigilaban las calles (el 092 lleva unas 1.100 denuncias por saltarse el confinamiento) e instalaban controles en las principales arterias de la ciudad para evitar la operación salida de la Semana Santa. Una fiesta que, por primera vez desde que se recuerda, pasó en A Coruña sin procesiones ni actos.

El 31 de marzo la crisis no remitía y empezó un confinamiento total que duró dos semanas. Las alarmas económicas sonaban junto con las sanitarias: despidos, ERTE, negocios que no sabrían si volverían a cerrar, sin que hayan llegado ayudas municipales. El Ayuntamiento se encargó, eso sí, de la protección de los más vulnerables. En los primeros momentos de la crisis se instaló un albergue para los sin techo en la Ciudad Deportiva de Riazor, que en abril llegó a las 119 plazas. Las administraciones colaboraron para montar un hospital de campaña en ExpoCoruña, con 240 plazas, que finalmente no fue necesario. Un colectivo especialmente vulnerable al Covid, el de los ancianos, sufrió brotes como el de la residencia Claudina-Somoza, que llegó a tener cuatro muertos en un día.

El primer lunes de mayo llegó la fase 0 del desconfinamiento, y los coruñeses volvieron a pasear y hacer deporte (respetando las franjas horarias) aprovechando desde el Paseo Marítimo a los espacios del ofimático. Este lunes, por fin, volvieron las visitas a amigos y las terrazas de los bares.